Aang y Katara son ahora una feliz pareja que desea formar una familia, sin embargo, las cosas se pondrán más difíciles cuando el deseo de Katara de ser madre se vea arruinado por cosas que ni siquiera ella puede controlan. Aang podrá superar la idea...
Anunciamos mi embarazo oficialmente a los 3 meses, y desde entonces los regalos no habían dejado de llegar de todas partes del mundo. Cartas felicitándonos deseando que nuestro hijo fuera un maestro aire, o agua, la idea nos emocionaba.
Aang había tratado de estar lo más que pudo conmigo y realmente así fue, intentaba que sus viajes fueran más cortos, tenerlo conmigo más tiempo era increíble. Toph solía quedarse conmigo cuando Aang salía, me parecía super tierno, jamás pensé que mi amiga la ruda iba a tener ese instinto tan maternal y protector hacía mi.
-Como estuvo la consulta con el doctor, que te dice sobre la bola con pies?- me preguntó una de los muchos días que pasábamos en la Isla del Templo frente al atardecer. Yo hice una mueca ante su comentario.
-Se llama bebé y dice que está en excelente salud, es un bebé fuerte y se mueve muchísimo- contesté ilusionada con la idea.
-Y él puede decirte si es maestro?-
-De hecho... no ha hecho comentarios al respecto, debería de poder, los curanderos podemos sentir la energía... no lo sé...- la pregunta me rebotó en la cabeza, el doctor ciertamente no había hecho ningún comentario al respecto, sin embargo, saber si mi hijo era maestro sería solo un plus a todo lo que estaba viviendo.
Amaba estar embarazada de Aang, cargar a nuestro hijo en mi vientre era la mejor sensación.
El embarazo había sido tranquilo, a excepción de las continuas náuseas que tenía y el agotamiento. Pensaba que por ser alguien que en realidad estaba en forma, cargar con el peso de mi bebé no sería tan desgastante pero sin duda me había equivocado.
Un mes antes del nacimiento de nuestro hijo, Aang fue llamado a visitar al Rey Bumi, su salud era delicada, él pasó unos días ahí y lamentablemente el loco Rey de Omashu murió. Daba la sensación de que lo único que le faltaba era despedirse de su mejor amigo. Aang mandó un carta con la noticia antes de regresar a la isla. Yo no podía imaginar el dolor que estaba sintiendo en ese momento. Su único amigo de la infancia vivo, se le iba de las manos, lo único genuinamente suyo en todo el mundo se había ido. Estaba destrozada por él.
Aang regresó una semana antes de dar a luz. A diferencia de muchos partos que yo había asistido, el mío había sido largo, mas de lo que esperaba, estuve en labor de parto casi 10 horas, pero al fin traje al mundo a nuestro primer bebé.
El pequeño hombrecito había salido de mí gritando a todo pulmón, su piel era una combinación entre la de Aang y la mía, su cabello era abundante y oscuro y se disparaba por todos lados a pesar de ser solo un recién nacido. Lo trajeron a mí para calmarlo, yo por instinto lo pegué a mi pecho y el bebé comenzó a mamar de él. Sus manitas se aferraron a mí y entonces abrió los ojos. Eran un par de ojos grises, grandes y brillantes idénticos a los de Aang, sus mejillas rellenas de leche me recordaron a la carita que tenía Aang el día que lo saqué del iceberg, sus ojos bien abiertos y sus mejillas redondas de niño, cuando me proponía andar en trineo sobre pingüinos.
-En qué momento pasaron tantos años, ahora Aang es un todo un hombre de cara definida y cuerpo entrenado, pero yo jamás olvidaré ese día, nunca, no me permitiría hacerlo- pensé mientras el bebé encontraba paz y Aang lo tomaba para admirarlo.
Habíamos pensando en los nombres que nos gustaría ponerle a nuestros hijos, nombres inspirados en las cuatro naciones o en los nómadas aire, yo tenía claro el que escogería si en algún momento tenía una niña, sin embargo nunca acordamos cuales serían los nombres en caso de ser niños.
-Katara cómo le vamos a poner? Es un niño precioso...- dijo Aang sosteniendo a nuestro bebito quien ya se había quedado dormido.
-No lo sé Aang, tú escoge... sé que nombre deseas ponerle- lo miré enamorada de la escena, mi bebé en brazos del amor de mi vida quien soltaba lágrimas de felicidad. Aang no le quitaba los ojos de encima.
-Bumi... quiero que se llame Bumi...- volteo a verme como esperando mi aprobación.
-Claro que sí amor, Bumi será... nuestro bebito Bumi...- Aang sonrió ante mi respuesta y colocó un beso en mi frente aún húmeda y roja del esfuerzo.
Bumi era un bebito maravilloso, extremadamente despierto y travieso, juguetón y ruidoso. Definitivamente era difícil seguirle el paso pero yo amaba darme cuenta de lo vivo que estaba.
Aang y yo habíamos decidido mantener algunos años entre cada uno de nuestros hijos, de ese modo él iba a poder disfrutar de las etapas de cada uno con calma, verlos crecer y madurar por separado, convertirse en increíbles seres humanos.
Habíamos podido disfrutar juntos de sus primeros pasos, de ver sus primeros dientes brotar, sus primeras palabras. Cualquier cosa que Aang se perdía la sabia de inmediato por medio de cartas, lo ponía contento saber que cada que llegara a casa, Bumi estaría haciendo una nueva cosa. Él era un papá orgulloso de su primer hijo.
-Es como una copia de Sokka hecho bolita- dijo Toph.
-Oye que te pasa no es una bola- repliqué. Mi hijo ciertamente tenía la chispa de Sokka.
-Claro que sí, una bolita babosa y ruidosa, idéntico a Sokka- dijo soltando una carcajada- y que!.. cuando sabremos qué maestro es?- preguntó.
-No lo sé Toph, solo tiene 4 años, aun es muy pequeño para demostrar algún dominio-
-No lo se princesita, yo a su edad ya lograba controlas algo de tierra- dijo Toph
Toph tenia razón, por lo general un maestro comienza a mostrar control de entre los 4 y 5 años cuando ya tienen mas dominio sobre su cuerpo. Sin embargo, no importaba que pasara o que fuera, él era mi primogénito, mi sangre y la de Aang. Saber eso era mas importante para mí que si era o no, maestro.
Yo era una mujer orgullosa de mi hijo y de mi joven esposo quien se volvía cada día un mejor padre.
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