1. 𝔓𝔬𝔰𝔱𝔢𝔯𝔦𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔱𝔬𝔯𝔪𝔢𝔫𝔱𝔞, 𝔳𝔦𝔢𝔫𝔢 𝔩𝔞 𝔠𝔞𝔩𝔪𝔞.

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«𝕰𝖘𝖈𝖚𝖊𝖑𝖆 𝕶𝖔𝖑𝖉𝖔𝖛𝖘𝖙𝖔𝖗𝖊𝖙𝖟»

Hogwarts estaba bajo ataque de Lord Voldemort.

Cientos de mensajes pidiendo ayuda se manifestaron en diversas formas: mensajes de fuego, patronus, lechuzas. Estudiantes, profesores y autoridades del mundo mágico en general se pusieron en alerta máxima, ideando planes de ataque para rescatar a los hermanos de Escocia, no obstante, la noticia de la muerte del señor tenebroso llegó antes de que cualquier plan llegase a ser viable o concluido.

El informe de daños reportaba un terrible averío estructural para el que se requeriría el apoyo de todos los magos y brujas voluntarios. La Academia Mágica de Beauxbatons ya desplegaba a su personal más diestro para la tarea, seguido del Instituto Durmstrang y el Colegio Ilvermorny de Magia y Hechicería.

—...sé que las clases todavía no terminan, sin embargo, le ruego que me permita asistir de urgencia —imploré al director, sentía que mi corazón se saldría por mi garganta y lo escupiría por la boca.

El hombre me regaló una mirada comprensiva. —Por supuesto, entiendo. ¡Infórmanos del progreso! Si necesitan más ayuda, enviaré a los alumnos de último año.

Recorrí las instalaciones de prisa, chocando con algunos compañeros que recorrían los pasillos comentando sobre el evento. Algunos lloraban al enterarse de las bajas en sus familias, no era fácil estar de intercambio y lidiar con algo así, sentí pena por ellos, pero el tiempo me quedaba justo para empacar mis cosas; saldría en media hora, transportándome con polvos flu hasta la casa de Aberforth en Hogsmeade.

—¡Te busqué por casi una hora! —estalla Nina, mi mejor amiga aquí— ¿Dónde...? ¿Qué estás haciendo?

Metí todo en la maleta hábilmente. —Debo ayudar a mi tía, estoy partiendo a Escocia cuanto antes.

—¿Es una broma? ¿Qué tal si el señor tenebroso no ha muerto y solo han inventado eso para calmar la histeria en masa?

Nina Prince tenía un cerebro brillante, la más inteligente de Koldovstoretz, pero su único defecto era ese extraño amor-odio por las teorías conspirativas. Dediqué unos segundos del ajustado tiempo que tenía para mirarla a los ojos mientras la sostenía por los hombros.

—Sé que tienes miedo —consolé, por mucho que se esforzara en ocultarlo, la conocía muy bien—, tu tío fungía como director antes del ataque. Te prometo que te informaré en cuanto pueda, ¿De acuerdo?

Nos despedimos en medio de un breve abrazo, prometiendo mantener contacto hasta el final de las clases; momento en que ella volvería a Londres con su familia. Ignoré las miradas curiosas de los alumnos, mi cabeza se encontraba demasiado ocupada maquinando un sinfín de escenarios horribles como para preocuparme por unos cuantos cuchicheos.

El director volvió a ofrecerme su apoyo incondicional antes de dejarme partir. La preocupación dentro de mi pecho causaba una obstrucción al oxígeno que requerían mis pulmones, incluso cuando llegué a la dirección mencionada me costaba todavía satisfacer mi sistema.

—¿Señor Dumbledore? —llamé, tosiendo un poco debido a los residuos de polvo.

Nadie respondió, por lo que procedí a tomar mi maleta y la arrastré a la calle. Afuera la gente parecía haberse esfumado, no percibía movimiento o ruido alguno que indicase señales de vida. Por un momento temí haber equivocado las palabras al tirar los polvos. ¿Me habría aparecido en casa de un completo desconocido?

Podía escuchar los latidos desesperados de mi corazón mientras recorría las desiertas calles, al menos hasta que alcance un punto conocido y una dolorosa punzada se instaló en mi ser.

𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora