𝔊𝔦𝔯𝔞𝔱𝔦𝔢𝔪𝔭𝔬|⏳|ℌ𝔞𝔟𝔦𝔱𝔞𝔠𝔦ó𝔫 𝔡𝔢 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶.

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Mientras observaba el líquido perderse por la tubería, Draco se quitó la parte superior de su elegante traje, aflojó su corbata con gran esfuerzo; pues sus manos temblaban descontroladamente ante la marea de emociones que lo azotaban. Jaló su rubio cabello con ambas manos, todavía no podía creer que la historia se estuviese repitiendo.

Veneno rosa, ¡Ja! Augustus era más estúpido de lo que el joven mago pensaba. ¿Realmente creía que no podría percatarse del peligro? O, quizá, Rookwood sí pretendía que se diera cuenta.

Esa última opción era la que le calaba profundo. El hecho de que Augustus disfrutase de poner en peligro a Edrielle por simple diversión macabra en contra de los Malfoy. ¡Ella ni siquiera tenía una relación directa con ellos!

Todavía.

Draco dejó de dar vueltas como desquiciado para recargarse sobre el lavamanos donde momentos antes había contemplado vaciarse la botella. ¿Cómo se había enterado aquel hombre de su reciente compromiso siquiera? No tuvo tiempo para reflexionar respecto a ello, escuchó los pasos de Edrielle acercándose y apretó los dedos ejerciendo demasiada fuerza contra el lavamanos que lo sostenía.

No podía permitir que Rookwood lastimase lo más valioso y puro que tenía en esta vida. La cuestión era que Edrielle no se alejaría por cuenta propia; él debía obligarla a apartarse así tuviera que herirla para protegerla. De manera que, haciendo alarde de su importante apellido, los estúpidos ideales supremacistas en los que ya ni creía y comportándose como todo un patán, contempló a la pelinegra soportar su cobarde embestida.

Con los ojos cargados de lágrimas que se negaba a dejar salir, Edrielle lo encaró con firmeza; al joven recién egresado de Slytherin no le quedó ninguna duda de que, de haber estudiado en Hogwarts, la pelinegra habría sido una Gryffindor ejemplar. El hecho de que ella profesara semejante determinación en excusarlo y negarse a creer que todas aquellas aberrantes declaraciones fuesen verídicas fragmentó el corazón de Draco.

—¿Ese es tu mejor intento? ¡Fue patético, Malfoy! —gritó ella, apretando los puños a sus costados— Mírame a los ojos y dime que todo este tiempo sólo has jugado a ser el chico bueno.

La demanda era demasiado para él, pero no podía echarse para atrás ahora o jamás volvería a reunir el coraje para hacerlo o, tan siquiera, intentarlo nuevamente. Imaginó que no era Edrielle Urquart a quien debía alejar, sino a Pansy Parkinson y entonces, como por arte de magia, las palabras fluyeron por cuenta propia.

Esbozó la sonrisa más venenosa que pudo, se plantó con naturalidad y calma, cruzando los brazos para agregar ese toque despreocupado que empleaba para molestar a los demás y, con la mirada bien puesta sobre su víctima, dijo:

—La verdad, sólo buscaba diversión y, como un sobresaliente mago proveniente de Slytherin, supe cómo conseguirlo. Fue demasiado fácil, siendo honesto, caíste como una tonta y te abriste para mí...

Por lo imprevisto del golpe, Draco alcanzó a herirse el labio; aunque debió verlo venir, de cualquier manera, él no iba a impedirle que se desquitase. Después de todo, las cosas que le dijo ameritaban más que una bofetada. Incluso el maleficio cruciatus le dolería menos que ser testigo del dolor incalculable que provocó en Edrielle con sus palabras.

Al rubio no le quedó otra opción que limpiarse la sangre y dedicarle la más fría de sus miradas, aquella que le dejaría claro a cualquiera que se acercase a él que no le importaba su existencia en lo mínimo. Sonrió con marrullería.

—Feliz cumpleaños.

Contempló a la chica arrancarse del cuello el regalo de cumpleaños que recién compró para ella con los pocos ahorros que le quedaban después de cortar lazos con sus padres. Pese a que su intención de pedirle que lo conservase le quemaba la garganta, se mantuvo firme al ser impactado por el costoso accesorio y la vio partir, enfurecida, dolida y reacia a aceptar sus palabras.

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