7. ℭ𝔞𝔯𝔱𝔞𝔰 𝔶 𝔩𝔢𝔠𝔥𝔲𝔷𝔞𝔰.

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—Buona notte —saludé al llegar—, ¿Ya vamos a comenzar?

Minerva McGonagall aseveró su mirada ante mi impulsiva entrada, dejándome ver que se encontraba en compañía de Kingsley, Harry, Hermione y un miembro del Tribunal de Exámenes Mágicos. Evidentemente, mi presencia interrumpía una acalorada conversación de la que pronto me enteraría, no obstante, la impuntualidad de mi presencia seguro me haría acreedora de un sermón.

Gracias Neville.

—Tan oportuna como siempre, señorita Urquart.

Observé al resto de los presentes. —¿Qué ocurre?

—Resulta que para ser profesora es indispensable la acreditación de los E.X.T.A.S.I.S —comenta mi tía con el claro tono severo—, por lo que te hemos esperado por media hora. El señor Ogdin ha sido muy amable al esperar por ti.

Sonrío apenada. —Una disculpa, podemos comenzar...

Corroida por la curiosidad, empleé la legeremancia para enterarme de la parte importante de los eventos que me perdí por salir a cazar a Neville. Ni siquiera lo intenté con Kingsley, sería tonto que un auror bajase la guardia. Por otro lado, Harry y Hermione estaban muy ocupados en el objeto de su ira que hasta un niño de primer año habría podido inmiscuirse dentro de sus cabezas.

Hermione me expulsó en cuanto se percató, pero Harry no pudo hacerlo.

Fui más rápida que Granger. —¡Expelliarmus! —la varita salió volando hacia mi mano libre— ¿Por qué se oponen tan fervientemente a que Draco aplique para el puesto?

—¡Edrielle Urquart! —chilló McGonagall ante el osado acto— ¡Devuelve esa varita ahora mismo!

—No, hasta que respondan mi pregunta.

—Ya basta, Edrielle —tajó Harry, algo mareado—. Malfoy solo buscará el beneficio propio, no es apto para el puesto por su predisposición a...

Entrecerré los ojos, retándole a terminar la frase. —¿A qué, Potter? Hasta donde sé, los ideales pueden cambiarse y, siendo francos, tú tenías una parte de Voldemort dentro de ti, mas, no por ello destruiste media comunidad mágica, ¿O sí? Es decir, de hecho fue por tu causa, pero no lo hiciste tú —expliqué con mofa—. Antes de que lo digas, ya sé que tú no lo pediste, pero Draco tampoco pidió nacer y crecer en la familia Malfoy. La reticencia que demuestran es totalmente personal, poco profesional y extremadamente injusta.

—¿Realmente crees que ese muchacho merece una defensa tan fiera de tu parte, Edrielle?

Escuché sus pasos acercándose, el tacón de sus zapatos resonaba contra el suelo de piedra y su colonia ya me era tan conocida que ni siquiera fue necesario voltear a mirarlo. Esperé a que se acomodara junto a Kingsley, su porte elegante imponía y mantener las manos en la espalda aseveraba la desaprobación que sus palabras tenían ocultas.

—No voy a cuestionar cómo es que tu presencia fue requerida aquí —resoplé entre dientes—, sé muy bien que Neville te escribiría a ti porque es demasiado pusilánime como para enfrentar a la abuela.

Henry Urquart apretó la mandíbula. —Cuida tu alocución.

—¡No me cambies el tema! —exploté, al límite de mi paciencia— ¿En serio, Hermione? ¿Vas a respaldar esta jugarreta infantil? —la aludida evadió mi pregunta, mirando sus pies— Únicamente voy a hacer una última pregunta, Harry. ¿Dudley se creía superior a ti porque le nacía serlo o porque tus tíos lo criaron para creer que así era?

Lancé la varita de Hermione al suelo mientras daba media vuelta para marcharme, sin embargo, mi padre me tomó por el brazo con fuerza excesiva; a veces creía que no medía su fuerza por la costumbre del trabajo, pero ahora estaba segura de que lo hacía muy adrede para causar incomodidad o daño.

𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora