4. 𝔖𝔢𝔯𝔳𝔦𝔠𝔦𝔬 𝔞 𝔡𝔬𝔪𝔦𝔠𝔦𝔩𝔦𝔬.

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Conforme estuvimos cerca de nuestro destino, Draco comenzó a ponerse tenso y ansioso. La simpática conversación que manteníamos se convirtió en monólogo cuando su atención se vio dispersa en lo que supuse serían sus recuerdos; me detuve a menos de un metro de la puerta, observándolo atentamente.

—No puedo hacerlo —admitió al fin.

Su actitud me trajo amargos recuerdos, la ansiedad que desprendía por sus poros me causaba una terrible sensación de alarma y preocupación. Si yo me sentía de esa manera, ¿Draco la sentiría al doble? ¿Cuádruple? ¿Cuánto dolor le provocaban sus demonios del pasado a un pobre chico de 17 años para ser superado por ellos de esa forma? Lo tomé por las mejillas, obligándole a mirarme y dedicándole una sonrisa tranquila.

—No tienes que entrar si no quieres —hice empleo del tono más suave que pude—, entraré y compraré un par de cosas para llevar, ¿Está bien? —sus ojos buscaron en los míos la trampa oculta— Espérame aquí, tardaré un momento.

Me adentré en el establecimiento, buscando a Madame Rosmerta. No tardé mucho en encontrarla en su puesto tras la barra, conversando animadamente con un simpático mago ebrio. La saludé en el aire, atrayendo su atención.

—¡Oh, querida! —depositó un par de besos en mis mejillas— ¿A qué debo el honor?

—Me gustaría llevar un par de cervezas de mantequilla, una botella de hidromiel y una de ron de grosella, por favor.

Me guiñó un ojo. —¡En seguida!

Madame Rosmerta se movió con gracia tras la barra, poniendo todo dentro de una cesta de mimbre que, posteriormente, depositó en mis manos. Conversamos brevemente sobre mi estancia en Rusia y, cuando una ráfaga de viento se coló por la puerta medio abierta, la mujer tuvo un cambio de humor radical al ver a Draco dando vueltas de un lado a otro fuera del establecimiento.

—¿Cómo se atreve...?

Hizo amago de salir a echarlo de una patada, la detuve a un metro de la puerta. —Es mi amigo.

—Ese chico es peligroso —sentenció, mirándome como si fuera una loca por entablar amistad con él—. No te fíes de los Malfoy, Edrielle. Son como víboras traicioneras y venenosas. Todos ellos.

Dio media vuelta, alejándose bruscamente y dejándome anonadada. ¿Es que todos fueron víctimas de los Malfoy en algún momento? ¿En qué cosa tan terrible pudo involucrarse un chico de diecisiete? Lo averiguaría a su debido tiempo.

Aferré la cesta y continué con mi camino al exterior; me obligué a poner mejor cara, levantando las compras como si se tratase de un trofeo.

—¡Servicio a domicilio! —comenté en tono cantarín— Vamos.

Lo guié por el pueblo estando mejor orientada que la última vez, conseguí que llegásemos a la antigua casa de la tía Minerva; la casa que habitó hasta la muerte del tío Elphinstone, entonces se mudó a Hogwarts.

—Seguro estará polvoso el interior —informé apenada—, nadie vive aquí desde hace años.

Apartando las pesadas cortinas del salón, logré iluminar un poco. Sonreí ruborizada; de haber sabido que terminaríamos aquí hubiera arreglado antes de traer visitas. ¡Mi madre estaría terriblemente abochornada!

—¡Fregotego! —murmuré.

Rápidamente comenzó el proceso mágico de limpieza. Objetos volaban y se movían a nuestro alrededor, permitiéndonos sentarnos en el salón finalmente, vertí la cerveza de mantequilla en dos tarros y le extendí a Draco la suya. El rubio, por su parte, estaba ocupado mirando las fotografías resguardadas por portarretratos.

—¿No es la profesora McGonagall?

Dejé de esponjar los cojines para atraparlo con una fotografía entre sus manos. Levanté los hombros, concediéndole razón con un asentimiento tras el cual, depositó el marco en su sitio.

—Es mi tía —aclaré después de beber un trago—, se casó con el hermano de mi padre y él murió unos años después. Lo mordió una tentácula venenosa, si mal no recuerdo.

El rubio levantó una ceja, sorprendido. —Nunca creí que se hubiera casado —confiesa con asombro—, mi padre siempre la detestó por ser sangre sucia.

Cerró los ojos al darse cuenta de sus palabras, apretando los puños al grado de volver sus nudillos blancos. Casi era posible escucharlo rechinar los dientes. Sonreí de medio lado, viendo su esfuerzo por retener el aire en sus pulmones y expulsarlo lentamente.

Cuando abrió los ojos de nuevo, el arrepentimiento estaba plasmado en su expresión y se mezclaba con la angustia. —Lo siento, no debí llamarla así.

—Tus padres son supremacistas de la sangre pura, ¿No es cierto?

Draco no respondió inmediatamente. De hecho, bebió el contenido del tarro en un santiamén, mirando hacia el exterior a través de las ventanas que estaban siendo lavadas por un trapo flotante. No lo presioné para que hablase, mi madre solía decirme todo el tiempo: "Abrirte a extraños es como intentar convertir un gato en un caldero sin conocer el hechizo correcto".

Todos saben que felifors es el hechizo adecuado; yo lo aprendí de mi tía Minerva a los 11 años y luego en la clase de Transformaciones en Beauxbatons. De cualquier forma, supongo que mi madre lo encontraba poético y la reflexión a transmitir era clara.

Creo.

—Por algo decidieron unirse a los mortífagos, bajo las órdenes de Lord Voldemort.

Rellené el recipiente de vidrio que sostenía. —¿En qué crees tú?

Sus ojos analizaron los míos, buscaron la trampa oculta en la pregunta o si se trataba de una broma. Nunca antes me topé con alguien tan contrariado consigo mismo; Draco Malfoy solo podía compararse con un cachorrito maltratado que descubre que dormir sobre el sofá no es algo malo, estando con la familia correcta.

Depositó el tarro sobre la mesita de centro con un cuidado casi impropio de un chico malo como él, se peinó el cabello con los dedos de ambas manos y suspiró, haciendo tiempo para pensar en la respuesta adecuada.

—No sé —respondió al fin—, todo lo que sé me lo inculcaron mis padres y...

Dejé un par de palmaditas sobre su espalda. —Tranquilo, todo tiene remedio y yo sé por donde empezar.

Desconfiado, me analizó por un largo momento. No obstante, pareció que la amenaza no era existente y terminó por acceder, no muy convencido respecto a ello.

𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora