Desperté a mitad de la noche debido al fragor emitido por los truenos de la tormenta que azotaba al exterior. Los relámpagos iluminaban sucintamente la habitación; la chimenea se apagó un rato atrás y, gracias al tempestuoso mal clima, el ambiente se percibía extremadamente frío. La única fuente de calor era el cuerpo de Draco, que descansaba apaciblemente al otro lado de la cama.
Con cuidado para no perturbar su sueño, me deshice de su abrazo.
Froté mis ojos estando sentada a la orilla de la cama y opté por permanecer descalza; así emitiría la menor cantidad de ruido posible. Alcancé la perilla de la puerta, rogando por todos los magos que me concediesen un milagro, y la giré con delicadeza.
¡Estaba abierta!
Eché un último vistazo a Draco por encima de mi hombro y avancé por el pasillo, cerrando la puerta con suavidad a mis espaldas.
Todo se encontraba obscuro, no encontré vela alguna encendida; supuse que, de haberlas, ya se habrían terminado. Mis pasos quedaban ahogados por el sonido de las furiosas gotas que se estrellaban contra la superficie que tocaban al exterior, los relámpagos iluminaban por segundos antes de volver a sumergir el interior en la obscuridad.
Extrañas sombras jugaban por el lugar.
—¿Harry? —llamé, manteniéndome atenta a la respuesta— ¿Kingsley? ¿Neville?
El sonido sordo de una silla arrastrándose por el suelo me obligó a girar sobre mis talones e, instintivamente, busqué mi varita. Me di una palmada mental al rememorar que se la di a mi primo y entonces sólo me quedó el mantenerme alerta.
—¿Quién anda ahí? —exigí saber, al tiempo que caminaba cautelosamente.
Nuevamente, un ruido en la habitación contigua llamó mi atención. Acopiando mi valentía, sin afán de ser estólida, me dejé guiar por los ruidos que parecían marcar el camino hacia algo o alguien.
Me detuve en un elegante salón. Una larga mesa estaba pegada contra la pared, las sillas apiladas sobre ella con esmero y un largo banco descansaba debajo de la misma. Me recordó vagamente a la que había en la Mansión de los Malfoy.
El sonido de la crepitante chimenea demandó mi atención, ¿En qué momento se encendió? Y, lo más importante, ¿Por obra de quién? Detuve mi andar a medio camino, en el momento que, de entre las sombras, surgía la figura andrajosa de Augustus Rookwood.
Retrocedí uno, dos, tres pasos hasta que mi espalda chocó contra la puerta cerrada.
—Tranquila, Urquart. No puedo hacerte daño aquí —reí con incredulidad, ganándome una reprimenda muda por su parte.
Para demostrar su punto, alcanzó el primer objeto que consiguió tan sólo estirando su mano y lo lanzó con furia en mi contra. Lo que parecía ser un delicado adorno de cristal atravesó mi cuerpo de alguna manera, estallando en añicos al colisionar con la puerta en la que estaba recargada.
—¿Qué...?
El hombre levantó una mano, frenando cualquier clase de inquietud que fuese a externar.
—Me ha costado más tiempo del que me habría gustado, encontrar una forma de comunicarme contigo.
Levanté una ceja, inquisitiva. —¿Para qué querías hablarme? ¿Las lechuzas ya pasaron de moda?
—Ingenioso —calificó, irritado—. Es curioso que compartiendo tanto tiempo con Malfoy, no hayas adquirido su natural talento para lanzar comentarios ácidos.
—Oh, querías que discutiéramos mi relación con Draco. ¿Por qué no lo dijiste antes? ¡Sentémonos! ¿Te ofrezco un té?
La mueca de perro rabioso que se apoderó de su cara fue bastante cómica. Seguro deseaba con todas sus fuerzas el poder lanzarme algo en serio. Dejé escapar una sonora carcajada, misma que quedó ahogada cuando un potente trueno resonó afuera.
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𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶
Fanfic《Las ruinas del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería; vestigio de la caída del señor tenebroso》━El Profeta; 05 de mayo 1998. Durante los meses posteriores al suceso histórico, Hogwarts fue blanco de atención del mundo mágico; recibiendo apoyo de o...