15. 𝔑𝔬𝔠𝔥𝔢 𝔡𝔢 𝔠𝔬𝔫𝔣𝔢𝔰𝔦𝔬𝔫𝔢𝔰.

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Pude ver el sol caer a medida que transcurría el tiempo, con algo de suerte logré despejar mi mente en trabajos por revisar, clases por preparar y cartas por redactar. Así que, cuando Draco tocó la puerta con dos golpecitos, me sorprendió que la hora de la cena hubiese llegado al fin.

Lo recibí con una inocente sonrisa y me colgué de su cuello para depositar un beso breve en sus labios.

—¿Cómo estuvo tu día? —aventuró, mirando sobre mi hombro la montaña de pergaminos que reposaba en mi escritorio.

—Lleno de quehaceres —aseguré, dejando salir un largo suspiro—. ¿Iremos ya a cenar?

Él asintió. —Sólo que no será en el gran comedor —achiqué los ojos, analizando su rostro a la espera de una pista—, he preparado algo que creí te gustará.

—¿Es por lo de esta tarde? —inquirí, apenada— Porque si es así, debo aceptar que no esperaba que supieras cocinar.

Negó mientras ponía los ojos en blanco y me empujaba por el pasillo hacia su habitación. Me cubrió los ojos con sus manos cuando estuvimos frente a su puerta, por lo que tuvo que guiarme al interior, donde el aroma de la comida recién preparada se coló por mis fosas nasales, abriéndome el apetito.

Cuando retiró sus manos, me abrazó por la cintura y reposó su cabeza sobre mi hombro.

—Entonces, ¿Te gusta? —susurró sobre mi oído, provocando que un pequeño chispazo recorriera mi cuerpo.

—¿De verdad lo hiciste tú?

—¡Por supuesto que sí, insecto! —declaró, ofendido— ¿Crees que podría ser bueno haciendo pociones, pero no cocinando? ¿Qué clase de novia eres?

Escuchar su último reproche me obligó a esbozar una tonta sonrisa que curvó mis labios cual colegiala enamorada. Es decir, negar que me atraía el rubio frente a mí sería la mayor mentira que hubiera podido decirme a mí misma. De lo contrario, ¿Por qué me esforzaría tanto por él?

—¿Somos novios? —ataqué, sin poder dejar de sonreír.

Draco se ruborizó. —Bueno... Amn... No creí que fuera necesario pedírtelo.

—Vaya, vaya, Draco Malfoy —giré sobre mis talones para verlo de frente—. Dar por hecho que tenemos una relación es algo osado, ¿Sabes?

—¿De acuerdo con el testimonio de quién? ¡Soy irresistible!

El comentario me hizo reír, pero no por ello terminó con el ambiente romántico que inundaba la habitación. De hecho, puedo decir que me sentía relajada; como si al cruzar la puerta, mis preocupaciones se hubiesen quedado afuera, esperando por mí.

Nos miramos en medio del silencio. Levanté mis brazos, abrazándole por el cuello y él se encargó de acercar su rostro lo suficiente para que nuestros labios se rozaran sin llegar a tocarse. Sentía mi cuerpo vibrar, expectante.

—¿Tienes hambre? —susurró— Te preparé la receta secreta de los Black.

—Suena prometedor —atiné a decir, ordenándole a mis alocadas hormonas que retomasen sus tareas en lugar de alborotarse.

Se encargó de sentarme a la mesa como todo un caballero, sirviendo una porción considerable de pasta, salsa, albóndigas, queso y ensalada, acompañándolo con una copa de hidromiel. El primer bocado me dejó anonadada, se encontraba delicioso.

—¿Tan mal sabe? —preguntó el chico, un tanto divertido de mi expresión— Está bien, confesaré que Winky me ayudó un poco.

Le dediqué una mirada severa, señalándolo con el cubierto. —Una relación con mentiras no perdurará mucho, querido.

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