29. 𝔖𝔞𝔠𝔯𝔦𝔣𝔦𝔠𝔦𝔬.

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De la punta de la varita de Rookwood emergió un fuego maligno que comenzó a expandirse por la habitación con el fin de encontrar el objeto de interés. Era la oportunidad perfecta de combatir a los dementores del exterior.

—¡Edrielle! —chilló mi madre, aporreando la burbuja—. ¡Sal de ahí!

Draco estaba tan afectado que, en medio de su desesperación, lanzó un montón de hechizos diversos que rebotaron en direcciones inesperadas y, uno de ellos, recortó un mechón de cabello de Hermione mientras se lanzaba a un lado para esquivarlo.

—¡Narcissa! —grité apuntando al techo— ¡Sácalos de aquí!

La mujer tomó a su hijo y a Neville de un tirón, desapareciendo y volviendo a aparecer pocos segundos después, repitiendo la acción con Hermione y Ron.

—Edrielle, ¿Estás loca? —inquirió Harry—. Déjame entrar.

Le sonreí. —Ve a proteger el pueblo, yo me encargo de alejarlos de aquí, pero el pueblo te necesitará. ¡Expecto patronum!

Una bola de luz atravesó la burbuja y el techo. Al mismo tiempo, un grito furioso a mis espaldas me indicó que el fuego de Augustus culminó con su búsqueda sin éxito; embravecido, el conjuro se estrellaba contra el interior de la burbuja y, con cada estocada enfurecía mucho más, ganando tamaño.

—¡Ya vete! Kingsley los necesitará para contener lo que viene —insté, miré a mi madre a los ojos y le sonreí, tragándome las ganas de llorar—. ¡Te amo!

Ella siguió derramando lágrimas mientras tomaba a Harry por la mano y ambos desaparecían. Un sinfín de sentimientos me azotaron al percibir el desenlace que se acercaba. Afuera, una luminosa criatura de gran tamaño se plantó sobre el jardín un momento, posteriormente, retomó el vuelo y se encargó de alejar a los dementores del exterior.

Rookwood estaba boquiabierto, lo reté con la varita lista para acabar con esto de una vez por todas.

—Formidable —reconoció con fastidio—, ¡Un dragón! ¿Quién dijo que experimentar con magia de veela podría salir mal? ¡Cuando traiga al señor Tenebroso!

Me reí con ganas. —Sobre mi cadáver.

—Sé dónde encontrarte ahora, mi señor te reclutará —aseguró con orgullo, su expresión demostró impaciencia—. ¡Dame el maldito giratiempo antes de que se lo arrebate a un cadáver!

—¡Ven por él! ¡Protego diabólica!

Un circulo de fuego azul se formó a mi alrededor y, cuando Augustus intentó acercarse, el fuego amenazó con lanzarse sobre él. El mortífago estaba al borde de enloquecer.

De entre las llamas, surgió un dragón que se lanzó contra el fuego maligno que seguía intentando debilitar la burbuja y, contra mi voluntad, lo estaba consiguiendo.

Tan pronto chocaron mi dragón contra el ave de Rookwood, chispas saltaron por el espacio, prendiendo fuego a cuanta superficie encontraron. Cedí con el conjuro de aprisionamiento y corrí fuera de la estancia, intentando escapar de la lucha de criaturas de fuego.

Rookwood se encontraba sobre mis talones lanzando maldiciones sin parar.

Apenas conseguí llegar al piso de arriba, un rayo verde impactó mis tobillos, derribándome y golpeando mi barbilla contra el suelo. Me quejé inmediatamente, percatándome de que mi varita rodó un poco más allá.

—¡Estoy harto de jugar con una niña! —rugió, tomándome por el cabello— ¿Dónde está?

Le escupí en el rostro. —No lo sabrás.

𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora