𝔊𝔦𝔯𝔞𝔱𝔦𝔢𝔪𝔭𝔬 |⏳| 𝔇𝔦𝔰𝔠𝔲𝔰𝔦ó𝔫 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔰𝔭𝔞𝔠𝔥𝔬

350 64 6
                                    

Mientras el hombre sacaba a rastras a la pelinegra, Harry recogió la varita recientemente adquirida de Hermione y la devolvió a su dueña; ella le dio las gracias con un ligero asentimiento del que ni se percató, pues aunque no lo admitiera, las palabras de la pelinegra resonaban con fuerza dentro de su cabeza y, pese a que no le gustaba del todo, tenía razón.

El pequeño Dudley fue malcriado por sus padres, quienes tenían una particular reticencia hacia el mundo mágico y, tanto Petunia como Vernon Dursley se jactaban de ser una familia normal con orgullo, denigrando a Harry por sus dones mágicos. Entonces, ¿Por qué eran diferentes los Dursley de los Malfoy? Bueno, al menos sus tíos no intentaron entregarlo a un hombre que quería asesinarlo; aunque, para ser justos, Bellatrix Lestrange, quien fuese una de las más fieles seguidoras de Lord Voldemort, era quien anhelaba reivindicarse nuevamente con su señor, los Malfoy fueron... ¿Daño colateral?

Viéndose rebasado por la comparación, Harry optó por sentarse en la primer silla que encontró. —Es cierto, todo es personal.

—¿En serio, Harry? —la incredulidad en la voz de Hermione no podía ser más evidente.

—Tan sólo piénsalo, Hermione. Draco pudo delatarnos aquel día en la mansión de sus padres, pero decidió no hacerlo. Me tendió su varita, misma que derrotó a Voldemort y si ha decidido venir aquí para alejarse del ambiente tóxico de sus padres, ¿Quiénes somos para negarle ese refugio? —el chico endureció la mirada— No quiero compararme con él, pero Edrielle está en lo cierto al creer que puede cambiar y no podrá hacerlo sin ayuda, ¿Dónde más si no en Hogwarts? —sonrió con ironía— Además, estoy seguro de que tú intervendrías por mí con la misma convicción que ella.

Granger cedió un poco, negando repetidas veces con una sonrisa ladeada curvando sus labios. —Porque te conozco, pero Draco...

—No conocemos a Draco —tajó Harry—, únicamente conocemos la versión de un joven que hizo lo necesario por mantener con vida a su familia. ¿No habrías hecho lo mismo en su lugar?

Minerva y Kingsley se dedicaron una mirada cómplice, reconociendo con orgullo que los chicos estaban creciendo y enfrentando las secuelas de la Batalla de Hogwarts con madurez. ¡Si tan sólo los Potter pudieran verlo!

McGonagall secó una pequeña lágrima que resbaló por su mejilla. —Lamento mucho que perdiera su tiempo, señor Ogden —se disculpó la mujer, realmente apenada.

—Tranquila, Minerva —comentó el hombre en tono suave—. Todavía no terminan de calmarse las aguas que Tom Ryddle agitó.

Abajo, fuera de la oficina, el padre de Edrielle la llamaba para que volviese y enmendar las cosas, sin embargo, la pelinegra era decidida, orgullosa y terriblemente cortante cuando se lo disponía. El daño estaba hecho, para ambos, tanto de padre a hija como viceversa y, casi resignado, al hombre no le quedaba otra opción que esperar a que Edrielle lo perdonase. ¡Cuando su esposa se enterase! Era seguro que lo miraría totalmente decepcionada y, entonces, habría herido no sólo a su hija, sino también a su mujer.

Bufó de frustación, se pasó las manos por el rostro y decidió volver al despacho de su cuñada para intervenir cuanto pudiese por el muchacho al que su hija defendía con tanta fiereza; si algo heredó de los Longbottom era exactamente aquello, luchar por las causas justas. Sin otro segundo que perder, comenzó el ascenso en la gárgola, ignorando por completo que a la vuelta de la esquina el rubio causante del conflicto escuchó la discusión y, preocupado por la única persona a la que parecía agradarle, se movió con rapidez para interceptarla en el antiguo despacho de McGonagall; no sabía cómo agradecerle, pero encontraría la manera.

De vuelta en el despacho de la directora, la puerta se abrió una vez más con estrépito, pero en esta ocasión no reingreso Edrielle con su típico estado animoso, sino su padre en solitario. El silencio reinó ante su imponente presencia y Minerva supo que la serie de eventos desafortunados de aquel día, todavía no terminaba. Por la expresión afligida en el rostro de su cuñado, pudo deducir que Edrielle movió la fibra más sensible de su padre y, por supuesto, obtuvo un resultado catastróficamente inesperado.

𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora