5. 𝔈𝔩 𝔱𝔦𝔢𝔪𝔭𝔬 𝔳𝔲𝔢𝔩𝔞 𝔠𝔲𝔞𝔫𝔡𝔬 𝔱𝔢 𝔡𝔦𝔳𝔦𝔢𝔯𝔱𝔢𝔰.

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El día siguiente a nuestro encuentro amistoso con cervezas de mantequilla fue muy tranquilo, Draco lucía un poco menos tenso y puso menos resistencia a mi invitación de salir a dar un paseo; no por Hogsmeade, estaba claro que lo aquejaba un silencioso remordimiento y no quería someterlo a presión innecesaria cuando el único defecto de mi caldero era que tenía cola, orejas y pequeños bigotes.

Visitamos el bosque de Dean, un paisaje relajante, alejado de malos recuerdos y, sin duda alguna, el mejor lugar para poner tus pensamientos en orden, encontrando la paz contigo mismo.

—¿Qué es esto? —se burló el rubio, pisando una ramita seca cercana a su pie— ¿Alguna clase de picnic?

Puse cara de pocos amigos. —No me hagas usar mi hechizo favorito en ti, rubio malcriado.

—¡Uh! Tienes una lengua venenosa, Edrielle Urquart.

Puse una sonrisa ladeada en mi rostro, indicándole que me siguiese hasta el punto del bosque que resultaba ser mi favorito. Me tumbé sobre el suelo, sin importar la integridad de mi vestimenta, a diferencia de Malfoy, quien parecía desubicado por el gesto.

—¿Es una broma? —su frente se arrugó ante mi interrogante— ¿Nunca has puesto tu trasero en el suelo, increíble hurón saltarín?

No le divirtió mucho que usara el mote en su contra a manera de burla, su mandíbula apretada fue una señal evidente de que, de tener su varita a la mano, me habría reducido a cenizas sin pensárselo dos veces.

Contraataqué su mal genio con una amplia e inocente sonrisa. —Es un gran día para divertirse, vamos, no lo arruines con tu actitud de duende de Gringotts.

—Muy bien —acordó, no muy convencido del acto—, espero que no se arruinen mis pant... ¡¿Estás loca?!

El muchacho se levantó cual resorte cuando deliberadamente le lancé una bola de lodo sobre la fina ropa que vestía. Su rostro fue todo un poema, comenzando por la expresión iracunda que se transformó en incredulidad y luego en resignación. Recargó su peso sobre el tronco de un árbol, sosteniendo el puente de su nariz con los delgados dedos de sus manos.

—Esto mataría a mis padres de un disgusto —comentó, emitiendo su ya característica milimétrica sonrisa que, de no haberla analizado con delicadeza, podría haber pensado se trataba de un tic nervioso—. ¡¿Por qué tus métodos son tan poco ortodoxos?!

Una bola de lodo me atacó por sorpresa, desatando una guerra que sólo pudo ser presenciada por los árboles a nuestro alrededor. La diversión fue placentera, lo admito, sin embargo, el evento que me dejó sin aire a la mitad de la infantil pelea fue el melodioso sonido de una breve, pero sincera, carcajada proveniente del enlodado rubio escondido tras el tronco de un árbol caído.

Probablemente ni se dio cuenta de que lo hizo, pues al sentir el silencio, se asomó para corroborar que siguiera aquí.

—No creo que a Filch le haga gracia que nos presentemos así en el colegio —señalé con rapidez, grabando en mi memoria la melodía de su risa.

Draco miró la mezcla de lodo y hojas secas que cubría su cara vestimenta. —Supongo que podríamos imponer una nueva tendencia de moda.

—¡Hablo en serio! —reí, propinándole un puñetazo en el hombro.

El rubio se sostuvo el brazo con dramatismo, fingiendo un dolor agudo que terminaría por desmayarlo si no se le atendía pronto. ¿Cómo es que nunca le dieron puntos a Slytherin por la mejor actuación dramática del curso?

—¡Oh, vamos!

Gimió de dolor. —¡Mi padre se enterará de esto!

Me reí de él al impactarlo con una última bola de lodo antes de desaparecer, huyendo a mi hogar en Hogsmeade para quitarme de encima los restos de la pelea con un poco de agua y jabón. Cambié mi vestimenta, alistándome para partir hacia el castillo y organizarme con mi tía para el envío de las cartas a los futuros magos y brujas del renovado colegio. ¡Era tan emocionante!

𝔗𝔯𝔞𝔦𝔡𝔬𝔯 𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 | 𝔇𝔯𝔞𝔠𝔬 𝔐𝔞𝔩𝔣𝔬𝔶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora