22. Cadenas de Leteo

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Aquí está el capi de este martes, a ver si Wattpad no hace de las suyas y no lo borra

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30

Cuando Caín regresó a su castillo, no sabía cómo actuar. Se sentía débil, como si aún estuviese sumergido en un extraño sueño. Todavía tenía muy reciente la visión de su voluptuoso cuerpo tendido sobre él, sometiéndole a sus besos y caricias. ¿Por qué el destino era tan cruel? Podía oír la despiadada risa de éste regocijándose de sus reversados entramados. Tenía que haberla matado el primer día que la había conocido, desde que comprendió que ella era diferente de los demás seres con los que estaba acostumbrado a lidiar. Por su culpa no sólo se había distanciado de Ireth, sino que sus motivaciones se veían ofuscadas. Matar a su hermano había sido su obsesión, la primera meta que se había marcado para seguir adelante por muchas veces que tropezara y cayera. Ahora resultaba que aquel que tanto ansiaba matar, era aquella  criatura fascinante que le había acogido a pesar de su monstruoso aspecto. La había dejado marchar porque si no lo hacía, tendría que matarla. Cuando el corazón duda, la fuerza y valentía también menguan alimentadas por la confusión y la incertidumbre.

Samael se encontraba acomodado sobre un gran sillón tapizado en brocado de láminas plateadas, desde donde observaba de reojo al diablo.

—¿Por qué estás tan enojado, hijo mío?

—No es asunto tuyo.

—Los asuntos de un hijo son los asuntos de un padre.

—Yo no tengo padres.

—Ahora resulta que naciste por generación espontánea.

—Ése es el único lazo que nos une, pero es un lazo demasiado fino y hace tiempo que lo cortasteis. Un ser que lo único que hace es utilizarme no es mi padre.

—No tengo ganas de discutir sobre eso. Algún día tu madre y tú os daréis cuenta de todo lo que he hecho por vosotros y, entonces, me entenderás y quizás enjuagarás tus ojos con lágrimas arrepentidas por tu obcecamiento. —Caín no le estaba escuchando. Aquel chico no tenía remedio, pero Samael sabía muy bien cómo funcionaba su mente—. No ha pasado apenas una hora desde que la viste por última vez y ya la echas de menos.

—Ya te he dicho que me dejes en paz y deja también de espiarme.

—Si tanto te molesta, será por algo. ¿No será que realmente la amas?

—Por supuesto que no la amo. No soy tan idiota.

—Amar no es de idiotas. Lo que ocurre es que te niegas a aceptar la realidad.

Y lo decía el arcángel que una vez lo tuvo todo y todo lo perdió por enamorarse de una humana.

—Te he dicho que no la amo. Sé perfectamente lo que siento, tú puedes pensar lo que te dé la gana.

—Deberías prestar más atención a aquellos que son mayores y más sabios que tú. Estás loco por ella. La sola idea de su ausencia ya produce en ti un miedo irracional. Tu alma la anhela, Caín.

—Maldita sea, Zadquiel no puede haber sido tan astuta. Ya no puedo confiar en nadie...

—¿Me vas a contar qué ha pasado? No te he seguido hasta tan lejos —mintió.

—Ya te he dicho que no es asunto tuyo.

—Parece mentira que todavía no sepas reconocer una orden.

Tras esa falsa tranquilidad que empleaba al hablar, Caín reconoció la amenaza. Había mencionado esas palabras mirando hacia arriba, hacia donde Ireth se encontraba. El diablo captó la indirecta.

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