Capítulo 6. Nuestro propio mudo.

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"El amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida."

Mario Benedetti.

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SARAWAT

¿Por qué lo esperas? Sabes que no vendrá, sabes que después de tres meses de silencio él no necesita ir a ti ni siquiera a preguntarte si lo está haciendo bien, porque, tienes que admitirlo: Tine es un actor enorme después de todo y eso no es lo único que has notado en estos últimos días porque él es en realidad una persona maravillosa, tampoco tienes ya reparo alguno en aceptarlo. Tine no se ha acercado a ti, no te ha molestado y ese era el objetivo de aquella última platica con la que pensaste sentirte libre ¿no es cierto?

Por eso sabes que él te respeta profundamente porque en cada ensayo está siempre concentrado, haciendo lo que le ordenas mil veces mejor de lo que tú hubieras esperado que lo hiciera y eso era lo que querías ¿verdad? Sólo querías que tú y él volvieran a ser un par de extraños y ahora lo son, eso es todo. Él no hace más que saludarte todos los días con una sonrisa que no podrías describir porque es una sonrisa que se parece a aquella que cualquier persona del planeta le dedicaría a alguien que acaba de conocer: una sonrisa que no dice nada.

Por eso te sorprende estar esperando algo, te sorprende estar esperando verlo cruzar esa puerta que se despliega ante a ti, apartándote del mundo exterior. Tal vez lo has estado esperando desde el momento aquel en el que le devolviste su corazón. Tal vez esperas aún que él llegue a ti, que te diga que no va a rendirse, que no le importa nada de lo que le has dicho, que él luchará, que luchará por los dos pero no.

¿A quién engañas, Sarawat? , piensas mientras un suspiro enorme sale de tu pecho y vuelves la vista hacia la enorme lista de pendientes que tienes que revisar para la muestra de la obra que se llevará a cabo dentro de siete días. No debes de esperar nada, no tienes derecho a eso, esa fue tu decisión.

Tus ojos vuelven a la lista de pendientes y te das cuenta de que aunque llevas esperando ese momento desde siempre, el poder presentar el trabajo de tantos años no te está haciendo tan feliz como tú pensaste que te haría. Quizá porque la perspectiva de lo nuevo siempre logra que la angustia reine sobre tu cuerpo pero a lo mejor ese vacío que no parece tener final y que ahoga la explosión de dicha en tu pecho se debe a que estas rodeado de soledad.

Es decir, tienes miles de ayudantes, técnicos y demás personal que se encargará de cumplir tus órdenes al pie de la letra pero no es lo mismo. Ahora que lo piensas, tal vez es por eso que no dejas de esperarlo a él, quieres que esté contigo, sí, eso quieres. Quieres que llegue a ti y te diga al menos que todo va bien, que él actuará mejor que nunca el día de la muestra. Quieres que te sonría, que despliegue ante ti esa sonrisa cálida que le regala ahora a otra persona, a alguien que no eres tú.

Al pensar en ello, no puedes evitar clavar la punta de la pluma sobre el papel con demasiada fuerza, haciendo que tu lista de notas se desgarre pero ¿por qué no puedes evitar sentirte así, como si alguien estuviera robándote algo justo en frente de tus narices y tú no pudieras hacer nada? No quieres nombrar esa sensación amarga que llena tu pecho cuando los ves juntos. Ni en el más loco de tus sueños podrías aceptar que lo que nubla tu vista cada vez que los ves reír, sea una horrible envidia, unos celos terribles.

No quieres aceptarlo, porque aceptar eso sería admitir que él te sigue importando y tú no quieres que te importe, quieres que sea feliz, quieres que esté frente a ti aunque tú no puedas mirarlo a los ojos, ni tocarlo, ni estar cerca suyo, ni ser el motivo de su sonrisa, pero ¿de verdad no quieres? Porque el suspiro que vuelves a exhalar, esta vez cargado de dolor dice otra cosa. Dice que siempre estarás esperando por algo que ya no volverá y ser consciente de que fuiste tú mismo el que lo alejó de tu lado es mil veces peor. Mil veces más doloroso y mil veces más estúpido.

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