Capítulo 13. La esperanza es un sueño que nunca duerme.

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"Te espero sin plazo ni tiempo, no temas noche, neblina ni aguacero. Acude con sendero o sin sendero. Yo canto lo que tú amabas." 

Gabriela Mistral

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TINE

Encuéntrame como sea, donde sea, encuéntrame para siempre... te amo.

Las palabras centellean en el espejo. Las ves y casi no puedes creerlas. Encontrarlo... ¿es que quiere esconderse, es que va a perderse? Buscarlo... ¿dónde, dónde empezar esa búsqueda? Y a todas esas preguntas se sucede una más, la más lógica y también la que más dolor te causa ¿se ha ido? ¿Por qué se fue, por qué te ha dejado así?

Hace rato que la gente en el teatro se ha ido menos los chicos de la compañía. Aunque Phukong ha rogado a todos que se vayan a celebrar o a descansar, ninguno de los jóvenes actores y bailarines ha querido irse hasta saber dónde está su director. Y es que, después de verlo actuar como ha actuado esta noche, todos quieren felicitarlo, abrazarlo, agradecerle por haberos hecho parte de una historia donde no sólo él ha brillado, sino que los ha hecho brillar con él. O al menos así fue al principio, esa era la intención de todos cuando nadie sabía que Sarawat había decidido irse.

Parece increíble que hace apenas tan poco tiempo te hubieras sentido tan feliz y libre de todo mal. Por un segundo, cuando las luces se apagaron, cuando sólo el aplauso del público emocionado inundaba tus oídos de verdad te sentiste dichoso, tan dichoso como nunca en tu vida. Y es que ¿Cómo no estarlo? Habías triunfado de la mano del hombre que amas. Del hombre que al darse cuenta de que lo había logrado por fin te dedicó una sonrisa suave que sin decir nada, te hizo saber todo. Saber que estabas en el lugar adecuado, en el instante adecuado, en los brazos adecuados, después de todo lo que habías tenido que vivir para llegar ahí.

Y mientras tus ojos siguen leyendo el mensaje en el espejo y tu corazón sigue repitiendo alternadamente "no" y "¿por qué?, lo que pasó hace casi ya dos horas no tiene sentido. Y es que no se trata solamente de una pose de amante dramático: de verdad sin Sarawat ahí, nada parece tener sentido, nunca lo tuvo hasta que volviste a encontrarlo. Porque hasta que te reflejaste en sus pupilas de nuevo, el mundo volvió a ser el mundo que tú conocías, tú volviste a ser tú otra vez.

Pero ahora resulta que él se ha ido y que tú no pudiste detenerlo, que no te dio siquiera la opción de hacerlo, de rogarle que se quedara o que te llevara consigo a ese lugar que es sólo para los dos. Pero ya no puedes hacerlo y en el espejo, junto a ti, sólo está la sombra de su ausencia. Sabes que la mitad de tu corazón se ha ido a un lugar que tú desconoces y esa ausencia, ese dolor, todo ese aire que te sobra ahora porque él te falta, es lo único que tienes.

¿Qué vas a hacer con ello? En un primer momento habrías querido gritar y llorar, despedazar cada uno de los muebles en el camerino, gritar improperios y culpar a todos. Hubieras querido insultar al destino y después correr lejos hasta que te faltara el aliento y no sintieras que tu alma está muriéndose de nuevo. Lo perdiste una vez, lo dejaste ir una vez, intentaste borrarlo y ahora que por fin creías que lo habías recuperado, todo sucede de nuevo. Y sabes que aunque corras mucho seguirás estando en el mismo lugar, seguirás estando en esa nada infinita porque Sarawat no está. Por eso sigues ahí, congelado ante la imagen de un hombre roto que el espejo te regala sin reparo alguno. Las palabras están ahí y lo único que puedes hacer es tocarlas. Vuelves a leerlas y aquel último te amo parece descongelar tu alma.

Ahora recuerdas que le dijiste que la única opción que no tolerarías sería no estar con él. Cierras los ojos y el recuerdo del día anterior, ese día en el que la tierra se detuvo y el cielo se mostró misericordioso con los dos vuelve a repetirse dentro de tu mente. No. Sarawat no se ha ido, nadie que viva en el fondo de tu alma puede irse en realidad.

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