Capítulo 15. Un lugar del que solo nosotros sabremos.

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"Y pensé que si algún día yo lograse amar a alguien como tú, eso me haría arder. Después, inexplicablemente, tú tuviste la completa audacia de amarme también. Tú amas más allá de ti mismo, más allá de todo. No puedo creer la suerte que tengo de ser testigo de ello, de ser el dueño de todo ese amor y sé que todo esto es más que suerte y que en realidad, es mi destino."

Cassey Mcquinston.

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SARAWAT

Por primera vez en mucho tiempo despiertas sabiendo que él no estará a tu lado. Aunque de antemano lo sabías, no puede dejar de parecerte sumamente extraño el hecho de que su cuerpo no esté ahí, al lado tuyo. Y es en realidad una no muy agradable novedad pensar que ni siquiera levantándote podrás verlo, sabes que él no regresará hasta muy tarde.

Ayer en la noche, cuando la alegría de estar en la nueva casa que él construyó para ti se diluyó en el amor que sus cuerpos expresaron, antes de que él cayera dormido sobre tu pecho desnudo como siempre lo hace, te dijo, con las pupilas centelleando con una alegre anticipación, que se levantaría temprano, que iría a prepararlo todo, que tú sólo tenías que esperarlo en casa hasta la tarde y que todo, todo (te lo juro Sarawat, deja de mirarme con tanta suspicacia) estaría bien.

Y cuando él terminó de decir esas palabras, la dicha pura que asomaba en su mirada fue suficiente para hacerte reprimir el suspiro de exasperación. Tienes que admitir que no te gustan mucho las sorpresas, ni las intrigas, ni nada que se salga de tú control. Confías en Tine, claro que lo haces, con él irías a cruzar el infierno a pie si él te lo pidiera pero ¿por qué tanto misterio? ¿Por qué no simplemente te dice ya qué es lo que quiere hacer? Es decir, de ese modo sería más fácil sobrellevar la idea de que... ¿van a casarse?

Tus ojos se abren de golpe cuando la pregunta resuena en tu mente ¿casarse? ¿En serio?

Tus manos se enredan de pronto en la orilla de la sabana y en un acto que vienes repitiendo desde que eras niño y los relámpagos de una tormenta iluminaban el cielo por la noche, cubres con ella tu rostro que, sin saber bien por qué, se cubre de rubor ante la idea. Tu respiración se agita un poco, igual que tu corazón que late más a prisa.

Bien sabes que Tine no habló de una boda propiamente dicha, que no habrá nadie más que los dos en ese lugar, sea cuál sea, al que vaya a llevarte pero... la idea de una ceremonia te sigue aterrando. La idea de que después de todo sí tengas que confesarle tu amor a un juez panzón e imparcial que no entenderá ni por un minuto todo el amor que sientes por Tine, te sigue causando conflictos.

Y es que, al menos en ese sentido eres egoísta. El amor de Tine, el que él te tiene, el que tú le entregas a manos llenas cada nuevo día, ese, es tan incorruptible y tan profundamente tuyo que de verdad quisieras alejarlo del mundo, llevártelo a un sitio donde sólo él pueda escucharte.

Porque no hace falta que los demás miren y escuchen el amor que sientes, porque nadie nunca jamás podrá saber lo mucho que te ha costado tenerlo, todas las lágrimas que lloraste hasta poder asirlo en tu alma para no dejarlo ir jamás. Sólo Tine podría sentir el mismo amor que tú porque es el mismo que él siente por ti. Y aunque él juro que sólo serían él y tú, aunque él te dijo que el único testigo de su eterna unión sería el cielo, temes que esa hermosa idea se convierta de pronto en una tertulia familiar, porque vamos... ¡Es Tine Teepakorn!

Y Tine Teepakorn adoraría decir que te ama en frente de todos, te lo gritaría a cada segundo si pudiera, estaría encantado de unir su vida a la tuya en frente de todos sus amigos y toda la gente de Napa que parece adorarlo tanto como tú y ahora, cuando oyes ladrar a Charlotte en el jardín, seguramente corriendo detrás de las aves que se posan en la pequeña fuente que Tine puso ahí, te das cuenta de que le estás quitando todo eso.

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