El Muñequito De Papá [Rubegetta] Omegaverse

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Un pequeño niño estaba frente a Rubén, acariciando con dulzura el pequeño oso de peluche que su nuevo y único amigo le había regalado, mientras que miraba a todos los lados en busca de algo o alguien, pero aquel niño de pelo castaño jamás le había mirado, parecía ser invisible ante los ojos ajenos, y eso le daba cierta curiosidad al mayor, quien no dudo en acercarse al infante con cautela y cuidado, todo para no verse como un pervertido o cosas así.

— Hey pequeño, ¿estas perdido? —preguntó, agachado frente al menor para estar más o menos a su altura

Y fue así cuando por fin los ojos esmeralda del pequeño se fijaron en los propios, denotando a si un poco de miedo al ver un extraño.

— No, estoy esperando a mami —Respondió el infante, abrazando a su pecho el pequeño peluche— Mami y Papi dicen que no tengo que hablar con extraños... a si que no te voy a hablar más.

Cruzándose de brazos sin soltar el juguete, el muchacho castaño dio media vuelta, dándole la espalda a Rubius, a quien por alguna razón le había causado ternura el gesto. No fue hasta que la voz suave y tierna llamo su nombre, que dejo de prestarle atención al pequeño, pues el conocía esa voz, y podría reconocerla hasta incluso 100 metros a la redonda, por lo que rápidamente se dio la vuelta, encontrando con los ojos de a quien amaba más en el mundo, su hermosa madre, quien sonreía en la puerta de su casa.

— Ma...

— ¡Mami! —La voz aguda lo interrumpió, a la vez que veía como cierto pequeño corría a los brazos de la mujer—

Confundido, Doblas miro la escena frente a si, observo como su madre cargaba al infante en brazos para repartirle múltiples besos en su pequeño rostro, y como este reía a carcajadas por el tierno gesto, para luego desaparecer por la puerta de su hogar.

¿Se suponía que era el? Tenía ciertos rasgos parecidos al niño, como su tez blanca y sus ojos verdes, pero el color de su cabello era totalmente distinto, pues el era peli blanco, y recordaba que siempre fue así, entonces el menor y él no podían ser la misma persona. ¿Quizás su difunto hermano? Eso tenía más sentido en su confundida mente que no dejaba de maquinar posibles respuestas de lo que estaba pasando. Además ¿Por qué el niño estaba esperando fuera de casa? No tenía sentido, aquel pequeño parecía perdido, como si lo hubieran dejado ahí a propósito, y ordenado no moverse.

A pasos lentos y torpes se acerco a la puerta abierta de la hermosa casa, sintiendo su pecho arder con el nerviosismo y ansias de lo que podría ver, más no tenia el suficiente control para obligar a su cuerpo a avanzar más rápido, o a calmar los acelerados latidos de su corazón. Y cuando por fin pudo ver, calientes lagrimas bajaban por sus mejillas sonrojadas.

Recordaba ese día.

Fue su primer cumpleaños celebrado con amigos, o bueno, con un amigo, pues, a pesar de ser bastante sociable, ningún niño se le había acercado con la intención de ser amigos, solo para jugar y pasar el rato, y aunque había ocasiones donde invitaba a sus compañeros de juegos a su cumpleaños, ninguno había aceptado o ido, eso desalentó al pequeño Doblas, hasta que conoció a Miguel, el había aceptado gustoso a ir con la escusa del pastel, todos aman el pastel, ¿Cómo negarse a uno?. Aquel día en especifico, era uno de los mejores en la vida de Rubén, y siempre lo recordaba con añoranza y felicidad, deseaba con todo volver a esos tiempos hermosos de su niñez, donde su madre estaba para felicitarlo por la mínima cosa que hacia, y entregarle amor, al igual que su padre, quien se mostraba orgulloso de su pequeño. 

solo por aquello, Doblas acepto que era él, el pequeño niño, aunque no entendía aun el color de su pelo.

Despacio y sin hacer mucho ruido, entro a la casa que alguna vez le brindo paz y felicidad para mirar más de cerca la hermosa escena, con el cuidado siempre de no ser descubierto, pues no entendía que estaba haciendo ahí, y si su presencia cambiaba algo en lo que estaba pasando o no, y la verdad no deseaba que todo aquello se esfumara por su culpa.