5

215 24 47
                                        

Joe

La vista que ofrecía el lugar era única, con un aspecto mágico y encantador. Los tonos anaranjados del firmamento la acompañaban a la perfección, era como un escenario de película.

El brisa removía el verde césped que me hacía de asiento, creando olas con él, como si de un océano se tratara.

La sensación era de lo más acojedora. Esa temperatura suave y ese silencio tan notorio... La verdad es que el lugar invitaba a quedarse un rato más.
El reluciente metal de la torre Inazuma brillaba con los últimos rayos solares del día.

Esa torre, y el parque en general me conocían ya demasiado. Me habían visto en mis peores momentos, en esos en los que simplemente quisieras irte, desaparecer, pero te torturas al pensar que estás atrapado en este mundo. También me habían observado pasando tardes allí con David y Jude de más pequeños. Aunque por lo general, mis recuerdos allí eran tristes.

Ese sitio era como un amigo para mi, un amigo con quien poder hablar, contarle mis problemas, descansar de todo... Pero claro, como no se trataba de una persona no podía hacer nada, nada más que observar mis días allí, reconfortándome con el silbido sordo del viento que cruzaba el lugar.

Respirar ese aire tan limpio era algo que me regeneraba, me cargaba, como si hablara de una batería. Era para mi algo necesario pasar tiempo a solas y recargarme allí, varias veces por semana, para poder ser una persona como todas las demás. Sentía que me hacía mantener la cordura como pocas otras cosas lo hacían.

Fuera como fuera, ese sitio me transmitía una increíble paz interior. No importaba si el cielo relucía con su color cian tan característico, si estaba teñido de tonos azafrán, o si estaba cubierto por grises nubes de tormenta. Nada importaba, el lugar era el mismo.

Ojalá nunca hubiera necesitado tener que pasar tanto tiempo en él...

Suspiré para bajar la tensión, y estiré un poco las piernas. Me levanté con calma, y cerré los ojos mientras la brisa me acariciaba el rostro y jugaba con mi pelo. Me sentía muy tranquilo, relajado. No creía que eso fuera a durar mucho tiempo de todas formas.

Recogí mi bolsa del instituto, que reposaba en el suelo, justo donde la había dejado hacía poco más de una hora. Me la colgué en el hombro, de forma cruzada, cayendo por el lado izquierdo de mi cuerpo.
Sin mucho pensarlo comencé a caminar, aunque no hacia mi casa. Todavía me quedaba algo pendiente por hacer, y tampoco me entusiasmaba la idea de dirigirme hacia mi hogar, no por el momento.

Caminé pegado a las paredes de los edificios, saludando a quién fuera que pasara al lado mio, en dirección contraria, por educación más que nada. Todo el mundo se veía con caras esrtresadas y no demasiado alegres. La mayoría de gente ya debía de haber regresado al trabajo después de las vacaciones.

Aunque los niños pequeños, o almenos la mayoría con los que me crucé, lucían una enorme y radiante sonrisa bajo su pequeña nariz. Cuando uno es pequeño le hace ilusión todo, o eso me suponía, no lo sabía. Jamás había sido tan feliz como los demás, ni siquiera a tan corta edad.

Qué envidia me daban...

Cambié de calle cuando el semáforo estuvo en verde por mi parte, y mi aproximé a cierto establecimiento del concurrido barrio de tiendas. El Rai-Rai se había vaciado al completo, y mientras lo contemplaba, entré.

Sonrisas Falsas [Inazuma Eleven] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora