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Joe

-De verdad David, agradezco mucho que te preocupues por mi, pero estoy bien - le sonreí amablemente.

-Bueno - bajó la mirada.

-Venga, anímate - le di pequeños toques en su cabeza azulada.

La levantó y sonrió con dulzura, esa tan típica suya, esa que le hacía tan especial. No pude evitar devolverle el gesto, ni siquiera tuve que pensarlo. Ya se le veía más calmado.

Di media vuelta, y caminé dirección a la portería para comenzar el entrenamiento.

«Si tuviésemos suficiente voluntad casi siempre tendríamos medios suficientes» la voz del señor Hillman daba vueltas dentro de mi cabeza. «Tienes una mente muy astuta Joseph, más de lo que te piensas, solo que aún no te has dado cuenta» «Piénsalo con detenimiento, lo verás más claro».

Todas esas palabras ocupaban mis pensamientos, no podía dejar de darles vueltas. Esa noche no había podido conciliar el sueño: entre lo que ocurrió con mi padre y mi conciencia que no me dejaba tranquilo. Estaba agotado, y necesitaba un descanso, pero simplemente, no era capaz. Estaba envuelto con esos pensamientos, y mi mente hacía lo que quería con ellos, no me dejaba en paz.

-Si tuviésemos suficiente voluntad casi siempre tendríamos medios suficientes - dije en voz baja, imitando las palabras del anciano - Sí, creo que puedo comprender eso.

Me posicioné justo delante de la línea del suelo que marcaba la portería. Debía apartar todo eso a un lado y centrarme en lo que era importante en esos instantes. El balón, solo debía detenerlo, nada más.

Una tarea muy simple, sin duda.
No fui capaz de llevarla a cabo.

-Buenos días cielo - escuché la tímida voz de ella venir de la oscuridad

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-Buenos días cielo - escuché la tímida voz de ella venir de la oscuridad.

-Madre - giré la cabeza - ¿Qué haces despierta a estas horas?

-No podía dormir - se sentó a mi lado, en el cómodo sofá del salón - Estoy algo inquieta.

Me apartó con delicadeza el mechón castaño que cubría parte de mi cara, y me dio un ligero beso en la frente. Con la débil luz que entraba por la ventana era suficiente para ver lo rota que se encontraba. Tenía los ojos hundidos, quizás algo rojos, y una mirada pesada.

-De todas formas, creo que deberías volver a la cama - observé la ventana - Pronto tendré que marcharme a clase.

Del horizonte del cielo nocturno comenzaban a sacar la cabeza rayos de luz de tonos anaranjados. La noche comenzaba a transformarse en día, siguiendo su ciclo natural. Eso indicaba que pronto debería dejar a mi progenitora sola, con él. Aunque él también tenía que irse, realmente era un alivio.

Sonrisas Falsas [Inazuma Eleven] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora