Joe
Un montón de aplausos llenaron el ambiente de la sala. Miré a mis dos compañeros con una expresión de serenidad. A ellos se les veía contentos.
Acabábamos de presentar nuestro trabajo de historia, el cual nos había tomado tanto tiempo a causa de los imprevistos de esos días, pero la espera había merecido la pena. El profesor nos felicitó por nuestro buen trabajo en equipo, y nos dio la nota más alta de toda la clase. La satisfacción recorría por mis venas. Aunque, no terminaba de sentirme del todo feliz.
Llevaba ya todo el día con un dolor de cabeza horrible, pero tampoco había dicho nada, lo más probable era que se me pasara en un rato. O eso había pensado en un principio. Me senté de nuevo en mi silla, en mi sitio, desde donde se contemplaba tan bien la torre de Inazuma. Hacía varios días que no iba allí, ya no me había visto más con la necesidad. Me sabía mal porque, si todo salía bien, ese lugar solo me traería malos recuerdos del pasado, con lo que a mi me gustaba...
Lo dejé todo en un suspiro, y recosté mi frente contra mi mano izquierda. Era un dolor agudo, no me lo quitaba de encima. Quizás debería haberme tomado algo contra el dolor antes de salir de casa. Ya todo daba igual, quedaban unas tres horas de clase ese día.
Llevé mi vista a la ventana, y me dediqué a contemplar las blancas nubes que brillaban con la luz del sol. Me era difícil concentrarme en esos instantes. Supongo que suele pasar, cuando algo te duele te centras más en eso que en cualquier otra cosa.
Me percaté de que David no podía dejar de mirarme. Quizás se había dado cuenta de que algo no terminaba de estar bien. Cuando quería era muy avispado.
-King - el profesor llamó mi atención - ¿Todo bien?
-Me duele la cabeza, pero no se preocupe - le respondí.
-¿Seguro? - se acercó a mi mesa.
-Sí - dije sin ánimos.
Noté su mano en mi frente. Me causaba gracia que a veces los profesores actuaran como padres. Me miró con una expresión algo extraña.
-Yo no lo tendría tan claro - volvió hacia su sitio - Estos días están siendo algo extraños para ti, ¿verdad?
-Un poco - ya lo sabían todo, no podía excusarme.
-Me lo imagino - comenzó a apuntar algo en la pizarra - Vete a casa, estaría bien que descansaras.
No le repliqué nada, no quería discutir. Tampoco es que tuviera muchas ganas de dar historia en esos momentos. Tomé mi bandolera, me la colgué del hombro y me despedí de la clase, agradeciéndole al profesor por la preocupación.
Salí de allí, y noté como la brisa me acariciaba el rostro, mi vieja amiga. Dejé que me tomara de la mano y me guiara por las calles transitadas de Inazuma.
Me habían pedido que me fuera a casa, pero antes debía ir a otro sitio.Es por eso que, con la fresca brisa de octubre aciéndome compañía, caminé entre la gente hacia el barrio de tiendas. Allí había incluso más personas. Me hice paso por donde pude, hasta que llegué a cierto establecimiento.
Entré dentro. Había gente comiendo, el señor Hillman estaba sirviendo un par de platos. Cuando me vio, me sonrió, y me pidió que me acercara a él. Esa era la intención, así que fui hacia su dirección.
Y nada más tenerle cerca, recosté mi cuerpo contra el suyo, en un abrazo. Él se sorprendió, pero correspondió con agrado.-Gracias por todo - le dije al hombre - No se hace usted a la idea de cuánto significa para mi lo que ha hecho.
Él no contestó, y me frotó la espalda con una sonrisa ligera en el rostro. Le dediqué una sonrisa amable con la que pudiera comprender el nivel de agradecimiento que sentía hacia él en esos instantes. David me había contado que el señor Hillman le había dicho algunas cosas que debía saber sobre mi situación. En parte, él ayudó.
Él quiso que me quedara a comer, pero le dije que no, que me encontraba mal y debía ir a casa. Asintió, y me deseó mucha suerte. Le agradecí de nuevo, y salí de su establecimiento, el cual se me había hecho ya familiar.
Ahora sí, me encaminé hacia casa de David, dónde inicialmente debía de haber ido. Aunque no me hubiera quedado tranquilo si no hubiera pasado antes por el Rai-Rai.
Salí del barrio de tiendas, encontrándome de nuevo con la suave brisa, que me acompañó todo el camino. Sonaba extraño que hablara de ella como una persona, pero me relajaba mucho, había estado siempre presente en mi vida.
La calle tan inclinada que caracterizaba la zona en donde David vivía apareció ante mis ojos. La subí con tranquilidad, todo a su ritmo, sin prisa pero sin pausa. Y llegué hasta la puerta de la casa. Piqué al timbre.
El rostro de sorpresa de mi madre apareció delante de mi. Sin dejarme tiempo para darle explicaciones, posó sus manos en mis mejillas, y justo después en mi frete.
-Ya veo - dijo, dejándome pasar.
Me hizo sentarme en el sofá, mientras me ofrecía un trapo húmedo, para colocarlo en mi frente. Ella me miró con ligera pena. Le tomé la mano para tranquilizarla, y le sonreí , sacando la fuerza de dónde pude.
-Esto es del estrés - me aseguró - Pronto estarás bien.
-Quiero que todo termine de una vez - suspiré.
-Pronto mi vida - con su pulgar acarició mi mejilla ardiente - Solo debemos aguantar un poco más, estoy segura que merecerá la pena.
Pensé que esos días ella debía de sentirse extremadamente sola. Por las mañanas David y yo íbamos al instituto, y los padres del pelician tenían trabajo, así que ella se quedaba allí hasta que regresábamos. Cuando pudiéramos volver a nuestra casa, mi madre comenzaría a trabajar para los señores Samford, en parte eso estaba mejor.
Miré por la puerta que daba al jardín, la cual era también una ventana, mientras mi madre me acariciaba el pelo. Un pequeño pájaro de plumas castañas detuvo su vuelo frente al panel de cristal. Daba pequeños saltitos, se rascaba las plumas y picoteaba el suelo, parecía tan alegre. Me miró, y después de eso echó a volar de nuevo. Que libre se le veía.
Ella recostó su cabeza contra la mia, y cerró los ojos. Ambos estábamos cansados de todo. Los dos éramos el pilar que sujetaba al otro, así que debíamos resistir, ser fuertes, para ambos poder mantenernos en pie. Ella era muy fuerte, así que yo no iba a ser menos.
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Sonrisas Falsas [Inazuma Eleven]
RandomPara Joe, la vida siempre ha sido algo más complicada que para la mayoría de los demás adolescentes de su edad. En su casa la familia está rota y sufre a diario por ello, pero ese es su gran secreto. Nadie puede saberlo, sobrerodo David, quién sería...