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(Alpes Suizos, tormenta)

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(Alpes Suizos, tormenta)



Tormenta



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Heidi y Pedro presenciaron una maravillosa puesta de sol luego de que las cabras hayan recorrido toda la pradera, su camino se dispuso hacia la cabaña pero Pedro debía llevar las cabras de vuelta al pueblo y Heidi se quedaría sola.

—El viejo bajó al pueblo? —preguntó Pedro después de un silencio.

—Dijo que tenía que hacer un par de cosas—dijo Heidi algo cortante.

—Pero... ¿volverá?

—Si se le hace muy tarde no. Así que no se si volverá o que...—dijo Heidi tomando agua que provenía de la nieve derretida.

—Oh, bueno yo tengo que bajar ¿Nos vemos mañana? —dijo Pedro alejándose.

—Si claro. Adiós.

—Adiós.

Heidi se dispuso a limpiar y asearse, luego preparó la cena para que cuando llegara el abuelito estuviera lista, ya que el viejo siempre llegaba cansado y con mucho apetito. Las horas pasaban y cada vez oscurecía más en Los Alpes.

Heidi nunca se siente sola, al contrario, ha pasado más de diez años en esas grandes montañas.

Su único terror eran las tormentas, literalmente escuchaba un trueno y se espantaba, siempre temió que un rayo cayera justo en la cabaña o en los abetos y en el peor de los casos que todo se incendiara. Sería horrible para la joven. Y al parecer el clima no quería cooperar porque se acercaba una fuerte tormenta de verano, las peores del año a decir verdad.

—¡Niebla! ¡Vamos, debes entrar! —Heidi gritaba el nombre del perro para que entrara, en estos momentos era su única compañía. El perro entró ladrando y se sacudió frente a Heidi mojandola y dejando olor a su pelaje mojado por la casa, y no solo eso, también estaba lleno de lodo y marcó sus huellas en el piso—Gracias Niebla, ahora tendré que limpiar de nuevo. 

La pelinegra salió de la cabaña hacia el cobertizo para buscar un trapo cuando de repente un fuerte trueno retumbó los Alpes. Rápidamente se metió adentro y fue corriendo hacia el perro para abrazarlo con todas sus fuerzas.

—Que pase pronto, por favor. — rogaba Heidi. Luego de un par de truenos más, que no le caían para nada bien, vino la lluvia torrencial mucho más abundante. Heidi se acercó hacia la ventana y divisó como estaban las montañas. Un rayo cayó arriba de un árbol ,que se encontraba mucho más lejos de la cabaña, y se incendió, no iba ser problema por la lluvia pero a Heidi le entraron unos terribles nervios. Todo su cuerpo temblaba y se quedó completamente helada sin saber qué hacer, y para peor, Niebla comenzó a ladrar y no paraba.

Mountain | Heidi&PedroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora