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(Dörfli, lluvia)

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(Dörfli, lluvia)



Designio




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—No bromees así conmigo, Pedro. Sabes que con esas cosas no se juegan—dijo Heidi tratando de despabilarse después de lo recién dicho.

—No estoy bromeando, lo digo en serio—dijo Pedro parándose de su asiento.

Heidi intentaba no mirarlo a los ojos porque creía que aún no lo tenía asimilado—No. No puede ser.

—Heidi te pedí que mantuvieras la calma, por favor—dijo Pedro tratando de tomar su brazo pero esta se safó.

—Lo siento pero necesito salir—dijo Heidi para después salir corriendo de aquella habitación. No escuchó llamados por parte de Pedro lo cual facilitó el trabajo de su salida.

    Corría lo más rápido que le daban sus piernas, la nieve no era de mucha ayuda y salió sin su abrigo. Pero no pensaba en el frío que podía tener su cuerpo en esos momentos, la impotencia se había apoderado de ella totalmente. No se podía controlar, sólo corría y corría hasta llegar a aquella pequeña cabaña algo maltratada por las tormenta de invierno, aunque por dentro, estaba ocurriendo algo inesperado. Abrió la puerta sin más esperar, y se acercó muy despacio para no causar tanto espamento.
El silencio era notorio, hasta que una tos seca se hizo presente guiándola a la habitación de la anciana.

—Pedro, escucho pasos. Eres tu?—preguntó la viejita en su cama llena de cobijas. De nuevo esa tos.

—Abuelita...—dijo acercándose, las lágrimas no tardarían en aparecer.

—Heidi? Estás aquí... ven para que te acaricie ese suave cabello que tienes—decía la anciana extendiendo sus brazos como podía.

Heidi no emitía sonido alguno, se arrodilló frente a su cama y tomó las manos de la viejita que tanto amaba—He venido a leerte.

—Escucharte leer sería perfecto para mis oídos antes de dormir. Hace mucho que no venías.

—Lo siento abuelita, estuve algo ocupada. Pero ahora estoy aquí contigo—dijo tomando el libro que siempre le leía en sus manos.

—Lee el 189 por favor pequeña Heidi—pidió la viejita mientras se recostaba.

—Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.—Leía Heidi entre sollozos y lágrimas de por medio.

—Está bien pequeña. Has hecho mucho por mi—dijo la abuelita acariciando su cabello, Heidi ocultó su rostro entre sus cobijas, el llanto no cesaba—Ya no llores mi niña, ya no llores.

Mountain | Heidi&PedroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora