La historia de Heidi es la de una pequeña huerfanita que es llevada por su tía a vivir con su pariente más cercano, su abuelo, que vive recluido en una cabaña en los Alpes. Heidi también se hace amiga de un niño pastor, Pedro, con quien sube a las m...
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(Mansión Sesemann, Frankfurt)
"Año Nuevo"
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Parecía un Déjà Vu.
¿Por qué no había vuelto desde la última vez que estuvo allí?
Fácil.
Estaba convencida de que si volvía, jamás regresaría a su hogar en las montañas.
Aquel camino hacia Frankfurt, que hacía muchos años no recorría, se le hizo desconocido por momentos.
Los recuerdos a los ocho años son algo difíciles de rememorar. Más cuando han pasado muchas cosas en tu vida. Pero ella lo recordaba casi perfecto y casi nada a la vez.
De tan sólo pensar en la idea de que su fiel amiga sufriría sin su compañía le provocaba el replanteo de nunca haber vuelto a Los Alpes. Pero fue superior a ella en aquellos momentos a pesar de que era una niña. Eso no quitaba lo culpable que se sintió al respecto, menos mal que la historia tuvo un "final" feliz y ahora podía apreciar la ligera caminata de Clara. Como si nada hubiera ocurrido.
¿Acaso fue demasiado egoísta?
El carruaje pasaba por aquella calle, algo diferente a decir verdad, en donde persiguió a su otra abuela de corazón.
¿Acaso fui demasiado egoísta al anhelar todas las noches mi regreso? Pensaba.
Una pequeña angustia se generaba en su pecho, nada que no pudiera controlar pero algo que no podía disimular del todo bien. Se removió en su lugar, tosió un par de veces, el nudo en su garganta se estaba aproximando pero no permitiría bajo ningún término desahogarse allí. No habían más razones para sentirse así, ya no más. Los años habían pasado y aquellos tiempos no volverían a vivirse.
Sintió sus ojos escocer y allí fue cuando cubrió su rostro con sus manos para que ninguno de sus acompañantes lo notasen.
—O-oye...
Allí estaba el, su castaño, atento como no hace mucho tiempo.
—¿Estas bien, pequeña?—preguntó el anciano a su lado.
La pelinegra elevó la vista a su abuelo y asintió suavemente y varias veces—Si, si. Tengo un poco de sueño, es todo.
Suspiró luego de su mentira, era obvio que no sonó para nada convincente y aquella castaña mirada llena de interrogación lo comprobaba. Decidió ignorarlo aunque se moría por una caricia de su parte.
En lugar de eso y como si por arte de magia su abuelo leyera su mente, la rodeó con unos de sus brazos incitándola a apoyar la cabeza en su hombro en un gesto que le pareció de lo más amoroso viniendo de él.