Capítulo 6

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Como estaba decidido a hacer las estanterías, y así tenía una excusa perfecta para estar con ella, Mamoru apareció en casa de Usagi a las seis y media, justo cuando ella llegaba de la oficina.

Usagi frunció el ceño cuando vio las tablas de madera que él había llevado a su casa.

-Si ya has tomado todas las medidas que necesitabas, ¿por qué no puedes llevarte las tablas a casa y traerlas hechas cuando termines?

-Porque entonces no tendría el placer de tu compañía.

-No tengo intención de hacerte compañía -dijo ella-. Tengo mucho que leer hoy.

-Entonces, disfrutaré de estar en la misma habitación que tú.

-Yo estaré en mi dormitorio.

-Puedo llevar mis herramientas a tu habitación -sugirió él esperanzadamente.

Usagi sacudió la cabeza, pero estaba sonriendo.

-Olvídalo, Shields.

Él se encogió de hombros.

-Merecía la pena intentarlo.

-Intenta olvidar que estoy aquí -dijo ella.

Se dio la vuelta y desapareció en el pasillo de lo que debía de ser su habitación, porque él oyó el suave sonido de la puerta al cerrarse, unos segundos después. Sin dejarse intimidar por las dificultades, se puso a trabajar.

Usagi no volvió a aparecer hasta dos horas más tarde. Llevaba unas mallas azules y una camisa de franela con las mangas arremangadas. Tenía el pelo algo revuelto, y estaba sexy. Mamoru sintió que la lujuria se le despertaba. Intentó concentrarse en una de las tablas que estaba lijando. Ella salió de la cocina unos minutos más tarde con un yogur y una cucharilla.

Él quiso hacerle un comentario sobre lo que pensó que sería su cena, pero se abstuvo.

-¿Te molesta el ruido?

-No -respondió ella-. Tengo la capacidad de abstraerme de todo lo demás cuando estoy trabajando.

-Ojalá todo el mundo pudiera decir lo mismo.

Ella se quedó algo confusa con aquella frase, pero no hizo ningún comentario mientras revolvía el yogur.

-¿Resolviste aquel problema con el casero?

Ella arrugó la nariz.

-¿Qué problema?

-La queja del ruido. Tu vecino del piso de abajo -le recordó él, observando atentamente su reacción.

Ella se metió una cucharada de yogur en la boca y se chupó los labios con la lengua para quitar cualquier resto. Mamoru casi gruñó bien alto al acordarse de lo bien que sabía su boca, deseando que fuera su lengua la que acariciara aquellos labios exuberantes. Si estaba intentando distraerlo de la pregunta que le había hecho, lo estaba haciendo realmente bien.

-Oh, sí, ya me he ocupado de todo.

-Eso está bien. Yo estaba un poco preocupado porque lo molestara el ruido de la sierra.

-Sería mejor para ti hacer las estanterías en tu casa.

Él sonrió.

-Seguramente.

Usagi suspiró.

-Bueno, tengo que recopilar información sobre unos casos. Me voy a la biblioteca un rato.

-¿Ahora?

Ella frunció el ceño.

-Sí, ahora, ¿por qué?

CORAZÓN BLINDADO  (McIvers Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora