Por primera vez en su vida, Usagi llamó a su oficina para decir que estaba enferma. No tenía ningún juicio pendiente, y Mina le aseguró que ella podría hacerse cargo de las reuniones de aquella tarde. Aun así, Usagi se sentía insegura por el hecho de dejar sus responsabilidades profesionales aparte por causas personales.
Cuando Mamoru le sugirió que podía quedarse en casa con ella, Usagi se negó.
No iba a morirse, y si él quería respetar sus necesidades, tenía que dejarla sola un rato. Así que él había ido a su oficina, de mala gana.
Realmente, necesitaba pasar tiempo sola para pensar en todo lo que le había ocurrido. Había habido varias veces, durante su corta relación, en las que Usagi había pensado que Mamoru la dejaría, y sin embargo, había seguido a su lado. No siempre en silencio, sin preguntar nada, pero siempre había estado a su lado. Sabía que siempre lo estaría.
Él había cambiado su vida. Había pasado a formar parte de ella por el hecho de amarla. No sabía qué especie de milagro había permitido que ocurriera aquello, pero estaba agradecida. Y un poco asustada.
Cada vez que ella había creído que alguien la quería, le habían hecho daño. Su padre la había querido, pero había muerto. Su madre había dicho que la quería, pero había firmado la renuncia a su custodia sin darle demasiada importancia. Cada vez que Sabio la había tocado, le había dicho cuánto la quería. Y Diamante había dicho las mismas palabras antes de borrarla de su vida.
Pero sabía que Mamoru era diferente. Sabía que ya le había abierto su corazón y confiaba en él, y sabía que lo quería. Y decidió que se lo diría. Aquella noche.
Sus labios se curvaron cuando oyó el sonido de la puerta de un coche al cerrarse. Quizá se lo dijera más temprano.
Apartó las cortinas, esperando encontrarse a Mamoru en la calle. Pero en vez de su coche, vio un BMW negro y brillante aparcado enfrente, y a Seiya Kou caminando hacia la puerta.
Intentó disimular su desilusión cuando abrió.
—Hola, Seiya.
Él sonrió, pero había algo en sus ojos que hizo que Usagi se sintiera insegura. O quizá fuera que estaba un poco paranoica después de todo lo que le había ocurrido durante los últimos meses. Pero todo aquello había quedado atrás, y Sabio estaba entre rejas.
—Hola, Usagi. ¿Puedo entrar un minuto?
Ella dudó durante una fracción de segundo. Sabía con certeza que Mamoru no aprobaría que aquel hombre entrara en su casa, pero ella no podía ser maleducada con un colega de trabajo. Se apartó de la puerta y le dijo:
—Acabo de hacer café. ¿Te apetece un poco?
—No, gracias.
—¿Es una visita social?
Él se encogió de hombros.
—Supongo que podríamos llamarlo así. Tengo entendido que tuviste problemas en tu despacho ayer. ¿Estás bien?
Ella se tocó el golpe que tenía en la mejilla. La hinchazón había bajado mucho, pero ella sabía que no tenía buen aspecto.
—Estoy bien, gracias.
—Quería decirte que hemos encontrado al testigo que vio a Fiore en los alrededores de tu oficina el día que se encontró la bomba.
—Oh —el arresto de su padrastro le había hecho olvidar todo lo demás, pero Fiore Granger había cometido varios crímenes, y tenía que enfrentarse a la ley—. Supongo que interrogaréis a Granger de nuevo, entonces.
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CORAZÓN BLINDADO (McIvers Libro 2)
RomanceBalas, incendios, bombas... Estaba claro que alguien la quería muerta. Usagi Moon había dedicado toda su carrera a proteger a otras personas, pero ahora era su propia vida la que estaba en peligro. La abogada pensaba que era imposible que las cosas...