-Esto se está convirtiendo en una costumbre -dijo el teniente Kumada cuando entraba en la oficina de Usagi, el martes siguiente, por la tarde.
Usagi sonrió débilmente.
-No me importaría que se terminara.
-Lo sé -él se sentó en una de las sillas frente al escritorio de Usagi-. ¿Dónde está la carta?
Ella abrió su maletín y levantó el sobre por una esquina. La molestaba profundamente el hecho de que le temblaran los dedos.
-Lo acabo de encontrar -dijo.
-¿Cuándo?
-Cuando iba al juzgado esta mañana. Estaba en mi coche.
-¿En su coche?
Ella asintió.
-¿Estaba cerrado?
Ella volvió a asentir y tragó saliva.
-Siempre.
Kumada tomó la carta y la abrió. Sin poder contenerse, Usagi se levantó y se acercó a él mientras desplegaba el papel.
La hora de la verdad está cerca.
Usagi se estremeció al leer el críptico mensaje escrito en tinta roja.
-Parece como si estuviera preparado para hacer un movimiento -dijo Kumada.
En lo que a ella concernía, ya había hecho un movimiento. Había estado en su oficina, en su apartamento, incluso en su coche. Había dejado claro que podía llegar hasta ella, y que solamente se estaba tomando su tiempo. Se sentía tan vulnerable, que casi deseaba que la atrapase ya. Lo que le hiciera no podría ser tan malo como estar esperando y haciéndose preguntas. Pero ella sabía que aquello tampoco era cierto, y la desesperanza era abrumadora. No sabía cómo tratar con aquella amenaza sin nombre y sin rostro; no podía combatir a un enemigo que no conocía.
-¿Y se supone que tengo que esperar a ver qué ocurre?
-He pedido vigilancia continua, pero el capitán no lo aprueba hasta que sepamos seguro que no es algún loco que se divierte enviando cartas amenazantes Usagi asintió. Entendía que, con los recortes de presupuesto que había sufrido el departamento de policía, no disponía de efectivos suficientes para calmar su histeria, y ya había recibido amenazas sin sentido antes. Pero su instinto le decía que aquella vez era verdad.
-Me gustaría que reconsiderara su decisión de quedarse en su apartamento.
No creo que deba estar sola.
-No voy a permitir que me eche de mi apartamento -y lo más importante, no iba a poner a nadie más en peligro.
-Debería estar asustada -le advirtió Kumada.
-Acaba de decir que podría ser algún loco inofensivo.
-No, he dicho que mi capitán piensa que podría serlo.
-¿Y qué piensa usted?
Él titubeó y la atravesó con su mirada azul.
-Creo que es peligroso.
Aunque agradeció su sinceridad, aquello no sirvió para atenuar la tensión que sentía.
Sus palabras continuaban en la cabeza de Usagi horas después, cuando volvió a su apartamento. Sola.
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CORAZÓN BLINDADO (McIvers Libro 2)
Roman d'amourBalas, incendios, bombas... Estaba claro que alguien la quería muerta. Usagi Moon había dedicado toda su carrera a proteger a otras personas, pero ahora era su propia vida la que estaba en peligro. La abogada pensaba que era imposible que las cosas...