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Sentí como por fin era consciente de mí misma.
Un dolor de cabeza, como si un cuchillo se clavara en mi sien, hizo que frunciera el ceño.
Abrí los ojos con cuidado, parpadeando un poco, confundida, para acostumbrarme a la luz.

El techo fue lo primero que ví. Era de madera... para nada igual al de mi casa. Y antes de que pudiera entrar en pánico recordando, una voz habló.

-Al fin despiertas-

En seguida miré al dueño de esa potente y gruesa voz. Estaba sentado en una silla al revés, apoyando su torso en el respaldo de la misma. Sus brazos tatuados estaban cruzados sobre el borde superior y su mirada me atravesaba más de lo que deseaba. Un escalofrío me recorrió.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?- apenas susurré temblando pero intentando parecer firme. De a poco fui incorporándome para poder ponerme de pie.

El hombre con pelo castaño oscuro y ojos marrones sonrió confundiéndome aún mas. Ver su rostro casi perfecto mezclado con una mirada feroz y dura, fue un gran contraste.

-No creo que eso importe...-suspiró poniéndose de pie- Te veo asustada, tranquila. No te vamos a hacer nada, solo queremos tus... servicios-

¿Servicios? Diablos, iban a prostituirme. Sentí la sangre abandonarme la cabeza para dirigirse directo a mis pies, listos para correr y huir de allí. Sospesé mis opciones en microsegundos. Estaba acostada en una cama, pero a mi derecha había una puerta, tal vez podía escapar.

En un acto imprudente y de desesperación, corrí a ésta e intenté abrirla. Al ver que no podía grité con todas mis fuerzas, rogué por ayuda, y comencé a golpearla con mis manos. Dolía pegarle a madera pero nada importaba en ese momento. La adrenalina que dominaba mi cuerpo no me dejaba sentir nada más que ansiedad por salir de ese sitio.

Sentí como unos fuertes brazos me tomaban por la cintura, alejándome de la salida, pero yo continué golpeando, ahora a un torso duro, mientras las lágrimas caían por mis mejillas.

-¡Tranquila!- gritó en vano.

Y al ver que no cedía, me apoyó contra la pared, acorralándome con su cuerpo y sosteniendo mis brazos con sus manos sobre mi cabeza.

-¿Qué mierda te pasa?- habló mientras ambos jadeábamos por la situación. Su rostro estaba cerca del mío... podía ver con claridad el lunar debajo de su labio, sus labios entreabiertos dejando escapar suspiros; ví sus ojos penetrándome, como tratando de entenderme, y su ceño fruncido.

-No voy a dejar que me toquen, antes prefiero que me mates- lo reté con la mirada, aún sabiendo que las lágrimas rodaban por mi rostro.

-Nadie va a tocarte- respondió más confundido que antes -Solamente queremos que seas nuestra médica-

Contuve mi aire unos instantes, evaluando sus facciones. Era totalmente honesto. Sus ojos recorrían mi rostro de una esquina a la otra, iba desde mis labios a mis ojos, una y otra vez.

-¿Nuestra? ¿Quiénes son?-

Él aflojó su agarre y retrocedió un poco, pero sin despegar su mirada de la mía.

-¿No sabes que haces aquí?-

-No...- susurré bajando mis brazos en cuanto él me soltó y pegándome más a la pared, intentando mantener distancia.

El hombre se comenzó a poner rojo, sus puños se apretaron al costado de su cuerpo y salió como un huracán de la habitación.

Confundida me senté en la cama y me dediqué a observar mis manos, moradas por los golpes que había dado. De a poco comenzaba a doler.

Intenté recuperar el aire y un poco de mi compostura perdida.

¿Qué carajo había pasado? Al parecer él tampoco lo sabía, lucía igual de confundido que yo.

Finalmente miré la puerta y me dí cuenta de que él no la había cerrado.

¿Qué quieres de mí? (1° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora