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La cama se movió y cerré mis ojos con fuerza. Si nos iban a matar, no quería ver.

De pronto la tapa se abrió, y la luz y el aire fresco entraron de golpe.

-¡Martin!- el grito de Sam me sobresaltó y alivió a la misma vez.

Abrí los ojos y encontré al joven que nos tendía su mano para salir. Primero pasó su chica y luego yo. 

Me sacudí el polvo que tenían mis pantalones mientras ellos se abrazaban.

-¿Qué paso?- lo interrogó mi amiga.

-Nos atacaron...- respondió agitado

-¿Dónde está Thomas?- pregunté desesperada y con miedo.

-Abajo, terminando de asegurar todo. Ven, quiere verte-

Corri con prisa detrás de él y bajamos a la planta baja.

Todo estaba dado vuelta: los sillones, las mesas, los cuadros...
Había vidrio por todas partes, sangre y... no quise seguir mirando.

Atravesamos la sala y llegamos al despacho del jefe, cuya puerta estaba entreabierta.

-Thomas- grité cuando nos acercamos.

Enseguida salió a mi encuentro, con toda su ropa sucia y el pelo despeinado. Su cara denotaba el agotamiento físico y mental.

Nos fundimos en un abrazo muy fuerte mientras me acariciaba la espalda.

-Tranquila- murmuraba -Ya terminó todo-

-¿Qué pasó?- pregunté con ojos llorosos.

-Ven- me hizo pasar a su oficina y cerró la puerta detrás de mí. -Al parecer uno de los grupos narcotraficantes más importantes de la ciudad se enteró de que nos vamos a ir del negocio... Y tienen miedo de que los denunciemos con la policía. Por eso quisieron matarnos-

-Por Dios- comencé a llorar. Las hormonas no ayudaban -Pero es una locura...-

-Así es éste mundo Anne, ésto temía que sucediera.-

-No por favor, no hables así. Vamos a poder salir, vamos a estar bien-

-Eso espero- se acercó, me besó y luego me dió un abrazo.

Me sentí por unos instantes en paz entre sus brazos, y mentalmente le dí las gracias a Dios.

-¿Hay algún herido?- pregunté

-Nuestro por suerte no-

-Qué bueno...-

-Voy a ir a darme un baño mientras los chicos terminan de limpiar, ¿Vienes?-

Asentí y lo acompañé a la habitación.

Mientras hacía unas llamadas, le preparé la bañera con agua y espuma, sabía que realmente necesitábamos relajarnos.

Una vez que se llenó, me sumergí en ella y esperé que llegara. Comencé a acariciarme el vientre debajo de la tibia espuma.
Este mundo era peligroso para nosotros, pero no quería estar sin Thomas. Aunque sin dudarlo, siempre pondría por encima el bienestar de nuestro hijo, y él también lo haría.
Si supiera que iba a ser papá...

"Pase lo que pase, voy a cuidarte siempre bebé" pensé mientras seguía repartiendo caricias a mi estómago.

-¿Estás bien?- me sobresaltó su ronca voz.

-Si, te estaba esperando-

Y abrazados en la bañera, descansamos uno en los brazos del otro.




El resto del día estuvimos ordenando y limpiando toda la casa. Los muchachos se encargaron también de mejorar la seguridad de la casa.
No sabían todavía quién los había atacado, pero sospechaban de la misma persona que intentó matar a Thomas.
Me estremecí cuando escuché eso.

Esa noche me costó conciliar el sueño.  No podía dejar de observar a mi novio, agradecer que estaba bien pero a la vez temer por el futuro incierto.

¿Cómo se tomaría el hecho de que iba a ser padre?
¿Nos iban a atacar de nuevo?
¿Podríamos salir de este mundo alguna vez?

Entre cientos de pensamientos, por fin me dormí.



Al día siguiente me desperté a las 8 y me sorprendió ver que la cama estaba vacía.
Pensé que quizá Thomas estaba desesperado por saber quien había sido y necesitaba vengarse pronto. Esa idea me preocupó porque no quería que matara a alguien más, pero también entendía la necesidad de que estuviéramos a salvo.

Me levanté con el estómago revuelto y acaricié mi vientre sabiendo que era efecto del pequeñín que crecía.

Todavía no decidía cuando se lo diría al jefe... Ni como... ¿Se lo diría?

Bajé a desayunar y en cuanto Martin me vió me dijo muy serio que el Thomas estaba buscándome.

-¿Sucedió algo?- su semblante tan duro me asustó.

No me respondió. Solo movió levemente la cabeza, negando.

Apresurada me dirigí al despacho y luego de golpear entré.

-¿Qué pasó?-

-Tenemos que hablar-

Si el rostro de Martin me había preocupado, el de Thomas había hecho latir desesperado a mi pobre corazón.

¿Qué quieres de mí? (1° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora