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Caminé con prisa hacia la puerta y la abrí con cuidado de no hacer ruido. 

Me recibió un pasillo desierto, lo cual debo confesar me sorprendió. ¿Tan estúpidos eran mis secuestradores?

Me dirigí hacia las escaleras que estaban al final del corredor y bajé lentamente. En el primer descanso de las mismas, unos gritos me hicieron detener con pánico.

-¡¿Qué mierda estas diciendo?!- reconocí la voz del hombre que había estado conmigo en la habitación. 

-Lo lamento... sólo queríamos cumplir sus órdenes... no podíamos... volver sin nada- respondió una voz temerosa. 

-¿¡Y tenías que secuestrar a una muchacha?! Maldita sea Jason. Estas despedido- el silencio reinó en la habitación. 

¿Me habían secuestrado sin querer? Que demonios... Me agarré de la baranda para no caer. 

-Jefe puedo arreglarlo...-

-Largo- respondió tajante con su voz dura.

Y no se escuchó mas nada que una puerta cerrarse. Me sorprendió ver el respeto que tenía por las órdenes del muchacho.

Seguí bajando un par de escalones más y me asomé un poco. La imagen que me recibió me inquietó... El muchacho que supongo es el jefe, estaba apoyado con sus palmas sobre una mesa, y su mirada perdida en las hojas que estaban desparramadas. Su torso subía y bajaba exageradamente, acompañando su respiración agitada.

Bajé un peldaño más y  la madera crujió. 

En seguida él alzó su vista hacia mí apuntándome con un arma.  Como una estúpida alcé las manos y me quedé quieta, sin siquiera respirar. 

Genial, ahora sí que me iban a matar. 

Ví como relajó sus hombros y apoyó la pistola sobre la mesa. ¿Siempre había estado ahí? 

- Lo siento- murmuró acercándose a mí. Bajé mis brazos pero no me moví ni un centímetro. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Correr? El loco frente a mí era un total desconocido y ¡tenía un arma!

-Sé que estás confundida, todo ésto fue un error...-

-¿Secuestraron a la persona equivocada?- me atreví a preguntar mientras él se acercaba aún más a mi. 

Su rostro se tiñó de molesta y respondió:

-No somos secuestradores, señorita- 

-¿Quiénes son entonces?- 

-Si respondo eso, no te podrás ir nunca más de acá-

Un escalofrío me hizo vibrar de arriba a abajo y mis manos empezaron a temblar. 

-Solamente quiero irme... juro no decir nada-

El hombre me miró unos segundos que parecieron una eternidad. Sus ojos me escanearon: mi rostro, mi cuerpo, mis brazos, mis manos... Se detuvo allí. 

Cerró sus ojos y suspiró negando con su cabeza. 

-Te voy a dejar ir, pero primero déjame curarte- 

Entendí enseguida que hablaba de los moretones de mi mano y de algunos raspones que ahora veía sangrando. 

-No... no hace falta, soy médica, puedo curarme. Solo quiero irme- continué un poco más esperanzada. Qué me importaban mis manos en este momento, quería correr lejos de aquí. 

-¿Cómo vas a vendar tus dos manos?- sonrió burlón pasando por mi lado, subiendo las escaleras -Sígueme- me mandó "el jefe". Claro, estaba acostumbrado a dar órdenes y que siempre las obedezcan. 

Es un estúpido pero como quería irme cuanto antes, en silencio lo seguí. 

Volvimos al pasillo pero en vez de entrar a la habitación donde desperté, ingresamos en la puerta de al lado que comunicaba con un baño.

-Siéntate- volvió a ordenar señalando una silla que había, a lo que alcé mis cejas pero obedecí. Sólo tendría que aguantar unos minutos y podría por fin ser libre. ¿Siempre daría tantas órdenes? Pobre de sus seres queridos...  

Ví como revolvía dentro de un pequeño armario para sacar finalmente vendas. Se arrodilló frente a mí y tomó mis manos con seguridad. La piel de mis brazos se erizó y rogué que no lo notara. No se podía negar que era guapo, y al parecer se sentía culpable por el malentendido. 

En silencio vendó torpemente  mis manos, haciéndome doler de a momentos. Se notaba que no tenía ni un poco de experiencia en ésto.

-Perdona, es más fácil cuando son mis manos- casi gruñó

Asentí e intenté aguantar un poco más. 

Cuando finalmente terminó, aún sosteniendo mis manos en las suyas, alzó su vista y me miró. Quise levantarme e irme corriendo. Quise no volver a verlo más. Quise separar mi mirada de la suya, que parecían estar imantadas. Quise ignorar la sensación que invadía mi vientre y que hacía galopar mi corazón. 

Pero de pronto el sonido de un disparo seguido de un grito nos sobresaltó. 

¿Qué quieres de mí? (1° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora