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Martin vino a recoger a la joven. Era el mismo muchacho que la había descubierto apenas le dispararon. 

Tras él, el jefe apareció en mi campo visual. Su remera seguía manchada con un poco de sangre y su cabello estaba revuelto, como si él mismo se hubiese despeinado. 

-Ven- sentenció. 

Lo seguí en silencio atravesando el living, llegando a una pequeña habitación, que supuse era su despacho. Había una mesa de madera, una silla negra, dos bibliotecas repletas de libros y carpetas y un sillón rojo. 

Me dejó pasar primero y cerró la puerta detrás de mi. Me senté en el sillón y esperé su siguiente movimiento.

Vi como se acercó a una botella que estaba apoyada en su escritorio, junto a dos copas de cristal. 

-¿Whisky?-me ofreció mientras volcaba el contenido en uno de los vasos. 

-No gracias- respondí enseguida. ¡Joder que no sabía ni que hora era! No sabía donde estaba, quienes eran todos estos hombres. ¿Por qué no me dejaba ir?

Asintió y se sentó a mi lado en el sofá. Bebió lentamente de la copa, humedeciendo sus labios con su lengua después. Mi mirada casi no pudo despegarse de su boca hasta que habló. 

-Quiero proponerte algo-

Sin duda esto no me iba a gustar. Me quedé en silencio observándolo. 

-Señorita...- continuó y alzó sus cejas en señal de desconcierto. 

-Anne- respondí. 

-Anne...- repitió con más suavidad de la que solía usar para hablar.  -Ésta es la cuestión. La joven a la que hirieron es mi hermana. Aún no sabemos porque le dispararon pero creemos que fue una venganza después de lo que le hicimos al Comisario Stiler...-

-No- lo frené en cuanto me dí cuenta -no me cuentes, sino no podré irme- abrí los ojos con desesperación.

-Anne...- suspiró mirando hacia otro lado, cualquiera menos mis ojos-  ya no podrás irte.- 

-¿¡Qué?!- grité poniéndome de pie. - Prometiste que me iba a ir-

-No es cierto, nunca lo prometí- respondió con tranquilidad, mirándome serio desde el sillón. 

Me acerqué a él con rabia y levanté mi mano para pegarle la cachetada de su vida. Pero antes de que pudiera hacerlo, él tenía mi mano entre la suya, con más fuerza de la esperada.

-Yo que tú no haría eso- susurró amenazante mirándome. 

-¿O qué?- lo reté. Mi respiración estaba visiblemente agitada y sus ojos se dirigieron hacia mis labios. 

-Despídete de todo lo que te rodea- ¿estaba amenazando con matarme? No podía ser capaz... Yo no había hecho nada. ¡Él me había secuestrado!

Dejé caer mi mano mientras él me soltaba.

-Eres un maldito demente- susurré abrazándome y mirando a la pared, como si allí estuviera mi solución. 

-¿Qué has dicho?- se puso de pie tranquilo y se acercó a mi. Antes de que pudiera siquiera notarlo ya estaba acorralada contra  la pared. -Repítelo- susurró cerca de mi rostro.

Lo miré a los ojos y le dije lentamente- eres un maldito demente-.

Sonrió de forma escalofriante y en un segundo me colocó sobre su hombro.

-¿Qué haces?- grité intentando patearlo a medida que nos movíamos. 

Seguí gritando y pataleando como una pequeña mientras subíamos las escaleras. 

-¡Estas loco, demente, voy a denunciarte!- continué amenazándolo en vano. En la casa parecía no haber nadie ahora, aunque estaba segura de que su hermana debería estar en alguna habitación. 

Nos detuvimos en el cuarto donde desperté y me soltó sobre la cama. Giró sobre sus pies y caminó hasta la puerta bajo mi atenta mirada. 

-Hablaremos cuando se te pase el berrinche, niña- y a continuación cerró la puerta con llave.

¿Niña? ¡Si tenía 28 años! Estúpido demente. 



¿Qué quieres de mí? (1° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora