Prólogo

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Caminaba por aquel largo pasillo con las pulsaciones latiendo a mil por segundo. A penas y se filtraba la luz del sol. Era un lugar tan lúgubre que, parecía una escena digna de un delincuente llevado a cumplir su pena capital, si no fuese porque a cada lado de ella, iban sus padres. Su mente estaba en blanco, su rostro era impertérrito y su corazón no albergaba ningún tipo de emoción. Tantos años que le dijeron que ese sería su destino que, ya se había convencido de ello.

Sin embargo, no lo quería cumplir...

Ese pasillo la estaba llevando directo a lo que sería su condena de por vida, ¿y por qué? Porque sus padres la estaban entregando prácticamente como ofrenda. Desde que tenía uso de razón supo que ese sería su destino. Cuando niña la idea sí le gustaba, ¿cómo no, si era una pequeña de seis años que no sabía lo que deseaba de la vida? Solo se limitaba a disfrutar de su niñez. Cuando le decían que sería "aquello", ella se sonreía y les decía con la alegría de una pequeña que sí, que ella quería serlo.

A medida que fue creciendo, su pensamiento fue cambiando y ya no quería convertirse en "aquello", como ella decía. Dios, ni siquiera se atrevía a nombrarlo. Su sueño era haberse convertido en una gran doctora y, ¿por qué no? Tener a un hombre al que amar y sentirse amada. De tener algún día la dicha de poder haberse convertido en madre, de tener una hermosa familia, pero ya era tarde. Su destino estaba sellado y mancillado por la culpa de sus padres.

No los odiaba, en su corazón puro no había cabida para albergar ese tipo de sentimientos tan tóxicos que envenenaban a las personas. Sin embargo, si estaba muy defraudada de ambos, por sus ideales a costa de su verdadera felicidad, por obligarla a hacer algo que no quería. Los pasos que daba, iban acercándola cada vez más a lo que ella consideraba una tortura, porque no quería ser lo que sus progenitores le estaban imponiendo, no.

Sus ojos escocían, pero lo disimulaba muy bien. A pesar del dolor que sentía en ellos, al verse obligada a retener las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento. Su madre la llevaba tomada del brazo, mientras su padre sostenía la mano en la espalda de ella. Era como si dijeran: "Aquí traemos a nuestra futura...".

Que terrible, de solo pensarlo su piel se erizaba provocándole escalofríos en todo su ser, pero ya no había marcha atrás. Ya era demasiado tarde para arrepentimientos. Y como se lamentaba de no haber sido capaz de huir, pero creía que sus padres no lo merecían. A pesar de estaban prácticamente presionándola, los amaba y haría cualquier cosa que ellos le pidiesen.

Que absurdo...

En ese momento se sentía una completa cobarde por no haber sido capaz de alzar la voz, y decirle a sus padres que no quería ir a ese lugar, que ella quería y deseaba ser un alma libre para poder desarrollarse como tanto soñó. Se sentía como un pájaro al que encerrarían dentro una jaula, un pájaro al que le cortarían las alas para que no pudiese volar jamás. Ni siquiera tuvo el tiempo de hacerlo, ¡por Dios!

Ellos se estaban llevando la poca libertad que le permitieron tener a lo largo de su vida y se sentían tan orgullosos de eso. Debieron darse cuenta de lo triste que se ponía cuando le hablaban de que se convertiría "aquello". ¿Cómo no se fijaron? ¿Tan poco conocían a su hija como para no percatarse del sufrimiento que reflejaban sus bellos ojos jade? ¿Tan cegados estaban porque ella cumpliese con sus "creencias", que no se tomaron ni la molestia de preguntarle: "¿Cómo te sientes?". "¿Eres feliz?". "¿Qué quieres de la vida?". Nada de eso sucedió, por más que lo quiso en medio de la soledad en la que se envolvía cada noche en su habitación, esperando esas palabras, cuando lloraba a mares por el destino que había sido decidido para ella.

Su padre se ufanaba con sus conocidos de lo orgulloso que estaba de que su única hija, sería la luz en el fondo del túnel para ellos. Siempre se preguntó a qué se refería él, al decir esas palabras. ¿Pero de que le servía ahora volver a preguntarse lo mismo, si ya estaba claro que jamás tendría respuestas? De absolutamente nada.

Cada paso que daba repercutía en sus oídos. Cada paso que daba hacía eco por aquel pasillo. Cada paso que daba la acercaban más a su tormento. Ahora sí, las pulsaciones de su corazón estaban a mil por minuto y resonaban sobre su garganta reseca. Intentó tragar saliva, pero no lo logró. Intentó sacar la mano de su madre, pero este apretó el agarre, como diciendo: "No te escaparás".

Dios, era tan terrible sentirse así que a veces se creyó una exageraba. Sin embargo, estar allí caminando, mirando y sintiendo el olor de aquel lugar, la hizo reflexionar que no había dramatizado en lo absoluto. Solo era cosa de estar ahí, para que se sintiera lo que ella estaba experimentando en ese momento.

Ya no volvería a ver a sus amigas, ya no compartiría en reuniones. Reuniones a las que, por cierto, asistía con ellos. De fiestas, ni hablar. "Eres una señorita de casa, no puedes andar de libertina en esas fiestas para gente desalmada". Jamás fue a una. Ahora estaría enclaustrada para siempre, llevándose poco a poco todos sus sueños, sus esperanzas..., su vida.

Su largo, exótico y sedoso cabello rosa sería cortado, para desaparecer detrás de una cofia. Su cuerpo, que ya era como el de una mujer, sería tapado por un hábito religioso. Seguramente sería icónicamente negro y tan holgado que, escondería todas las prominentes curvas de su precioso cuerpo.

De ella, ya no quedaría absolutamente nada...

A los diecisiete años, Sakura Haruno, estaba a punto de convertirse en novicia y futura monja...


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Buenísimas noches tengan todas ustedes.

Bueno, he de confesar que estoy demasiado nerviosa, porque no creí que llegaría el día en que volvería a subir esta historia. Pero acá está y espero que sea de su total agrado. Lo cierto es que estuve encantada de todas las respuestas positivas que me dejaron para con este fic, antes de que me cerrasen la cuenta anterior.

Nuevamente espero no decepcionar.

He de confesar que la abandoné porque estuve en un bloqueo feroz, espero haber salido de él. Por eso mismo es que la subí, sino lo hago quedará en el olvido y no deseo eso. Es una presión que quise, para continuarla por mí y para ustedes.

Se les quiere por siempre brindarme todo el apoyo en cada fic que subo.

Un beso.

El sabor del pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora