Capítulo 1: La Verdad Y El Adiós

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- Mamá, quiero leer otra cosa, que no sean los libros en la biblioteca ¿tienes alguno? - Mia, una niña ganado nacida en GraceField y criada en la plantación 4, 8 años, llevaba "72194" en el cuello.

- Quizá hay alguno que no has visto en mi habitación, Mia, más tarde podemos mirar, ahora estoy ocupada - Era un lugar donde no había revisado, pero sí habían libros ahí, decidió ir sola a mirar.

- Está bien, mamá - respondió, mientras caminaba a la habitación en cuestión, entró e inmediatamente analizó el área, algunos tenían títulos interesantes, así que escaló el librero para extraerlos algunos milímetros para poder reconocerlos después, cuando sí pudiera llevárselos, sin embargo, mientras exploraba encontró un botón y lo pulsó, esto generó que el estante se moviera y ella perdiera el equilibrio, pero quedó maravillada ante el misterio, una puerta cerrada con llave se encontraba frente a ella. "A nadie le gusta que encuentren lo que esconde" pensó, así que después de analizar la cerradura, volvió a presionar el botón para esconder nuevamente la puerta, bajó uno de los libros que había seleccionado, lo dejó abierto en una de las primeras páginas y comenzó a abrir cajones en búsqueda de la llave, en un cajón vacío la base era removible, así que la sacó y encontró una libreta, que revisó de inmediato, "Si mamá llega, no tengo cómo justificar esto" se dijo a sí misma mientras abría y miraba las anotaciones. En la libreta había un inventario con anotaciones al margen, los números que identificaban a cada producto eran los mismos números que tenían los niños en el cuello, pero escritos al revés y tenían anexas notas como "¿listo para la cosecha?" y "esperar". Mia dejó de respirar y guardó rápidamente la libreta, dejó todo exactamente como lo había encontrado y se cuestionó si sería buena idea volver a guardar el libro que pretendía usar de coartada. "A los huérfanos no los cosechan, los adoptan. No hay razón válida para el intercambio de términos", detuvo la corriente de sus pensamientos y definió que sí sacaría el libro, así, si fingía lo suficientemente bien, mamá pensaría que estaba leyendo ese libro en su habitación, nada más.

Bajó a la cocina y le mostró el libro a mamá

- Perdona mamá, fui muy impaciente y este libro me llamó mucho la atención - dijo con la mejor sonrisa inocente que encontró para simular.

- Está bien, puedes tomarlo, pero no vuelvas a entrar a mi habitación sin mí - le respondió ella.

- Listo, ahora debo seguirla durante la próxima "cosecha", que según las fechas de la libreta, corresponde a 2 días más - se dijo a sí misma.

El día de la cosecha, Mia le dijo a mamá que estaría jugando con algo muy específico, así no sospecharía de que en realidad la seguiría de cerca cuando se llevara al niño que supuestamente había encontrado un hogar. Mia caminó tras ellos y se ocultó lo mejor que pudo, todo estaba en absoluto silencio hasta que escuchó un grito que la paralizó, se acercó y cambió su ángulo de visión, así consiguió observar a una bestia, que no pudo visualizar completamente, enterrar una flor en el niño que yacía, lánguido en su enorme y huesuda mano.

- Debes comenzar a mejorar tu producto, esto está bien, pero cualquiera podría comérselo, necesitamos algo más adecuado de una granja premium- escuchó a la bestia decir. El cuerpo de Mia no reaccionaba ¿era buena idea salir corriendo ahora? ¿Hacia dónde? Los monstruos volvieron a ingresar a la sala junto a mamá, después de meter el cuerpo del niño, que podía estar inconsciente o muerto, en la zona de carga del vehículo. Mia corrió lo más rápido que pudo al interior de la casa, no le importó que mamá la viera jugando o no cuando regresara, simplemente se acostó y lloró hasta que se quedó dormida.

Mia se llevaba bien con todos los niños y niñas de su familia, pero creían que era aburrida para jugar al exterior con ella y ella estaba bien con eso, la verdad la pasaba mejor sola y se entretenía más cuando solo jugaba con ellos ocasionalmente, le gustaba cantar para ellos cuando estaban tristes o enfermos. El grito de ese niño, que conocía y al que quería como a un hermano, resonaba en su cabeza sin cesar, la despertaba cuando trataba de dormir ¿Ese es el fin de todos? ¿Estaba muerto? Sí, sí, probablemente sí. No tenía con quién hablar de eso, no le creerían, dirían que estaba loca, le dirían a mamá.

Ella se aproximaba al puntaje perfecto en sus resultados en ese punto de su vida, pero conocer la verdad la arrojó a un abismo del que no podía salir, "¿Qué puedo hacer? Ninguno de estos niños merece morir así, pero tampoco serán capaces de huir ¿Qué hay más allá de ese muro?" Mia se encerró en sí misma y al evaluar sus posibilidades definió que conocer la verdad es peor que morir devorada, de hecho, es muy difícil seguir adelante al asumir que seguramente esa no sea solo su realidad "¿Una civilización humana con código ético permitiría que criaturas horribles tuviesen granjas para comer niños? Seguramente ya no quedaban humanos o todos los humanos serían esclavos de esas bestias". Con estos pensamientos, Mia se hundía más día a día, había dejado de comer, de jugar, incluso de mirar a los demás porque ¿Qué sentido tenía?

Un día, algunos meses después de eso, le avisaron a Mia que sería llevada a otro lugar, a ella le llamó la atención que no usaran el clásico "Familia de acogida" con el que engañaban a todos los huérfanos, pero, ¿y qué? Al menos acabaría pronto, se despidió de todos y entró en su rol por última vez, "Sí, les escribiré", abrazó a sus hermanos, le dio la mano a su "Mamá" y la acompañó a la puerta.

- Cuídate, espero que te recuperes - se despidió su Mamá, "¿Eso le dices a todos?" pensó decepcionada, la abrazó y se quedó esperando donde ella le dijo que lo hiciera. La sorpresa de la niña fue patente cuando vio a otra "Mamá" entrar a buscarla.

- Hola Mia, soy Mamá Isabella, me contaron que has estado triste últimamente, espero que viviendo en mi casa te sientas mejor. Todos son muy felices allí.

Mia quedó pasmada, ¿La estaban reubicando? Quizá se había equivocado...No, era más complejo que solo comer niños, aunque en su casa parecía bastante aleatorio cómo se los llevaban, solo había deducido que nadie pasaba de los 12 años en la casa, pero le faltaban datos. Es imprudente llegar a conclusiones sin todos los datos.

Ese día Mia llegó a la plantación 3 de GraceField, la apatía seguía ahí, de todas formas seguía siendo una granja de niños, pero tanta información nueva despertaba curiosidad en ella, después de todo, era su esencia ir por ahí preguntándolo todo y desarmando cosas, creía que lo más interesante eran las personas, construcciones complejas de esquemas, rutinas...saber cómo funcionaba todo la movía todos los días y conocer a tantas personas nuevas era un arma de doble filo; mucha información nueva, pero también muchas personas buenas que seguramente solo estaban ahí para ser comidas y no tenían idea...rayos, ojalá que no tuvieran idea, porque saberlo era horrible.

72194Donde viven las historias. Descúbrelo ahora