[IV] ¿Qué demonios?

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Cuatro.

Salgo rápidamente para alcanzarla.

—Señora Cristina — la llamo, pero como que no me escucho — Rectora cristina — a este punto creo que me está ignorando — Profesora Cristina — ella solo entra a su oficina.

Y sin darme cuenta acabo de entrar a la oficina de la rectora, cansada, un poco difícil de respirar por venir corriendo detrás de ella hasta aquí.

—Señora Cristina — se me dificulta un poco hablar — ¿Cómo me ha llamado?

—Señorita Rojas, ¿acaso ese no es su apellido? — arquea su ceja.

—Sí, profesora, pero escuche que me llamo por otro apellido — le respondo bastante confundida.

¿Acaso me estoy volviendo loca? Juro haberle escuchado que me dijo Sandoval.

—Lávese los oídos Diana, vaya a arreglarse, la va a dejar el autobús.

Se sienta en su escritorio de una manera muy delicada y elegante, la señora Cristina es una mujer de más o menos 35 años, o eso es lo que le calculamos todos aquí, fina, de dinero, delicada, con un rostro perfecto, finas curvas en su cuerpo, una vestimenta impecable igual que su trabajo, sino fuera así de amargada y arrogante tal vez me caería bien.

Prende su computadora y empieza a organizar unos papeles, me quedo parada detallándola, y pienso en que si la loca soy yo, o realmente me llamo por mi verdadero apellido.

—Me vine del ala de los chicos para este, porque se me quedaban viendo bobamente igual que usted, ¿se va a quedar allí parada, o va ir a arreglarse?

¿Qué? ¿Acaso esta insinuando que siento algún gusto físico por ella? ¿O que la estoy acosando?

Qué asco.

Salgo de su oficina sin decir nada, es que me cae tan mal, y todavía me queda un año por verla.

Voy por mitad del pasillo, cuando recuerdo que tengo que presentarle un examen de física, ya que había faltado a su última clase porque me sentía mal, me devuelvo quedando frente de la puerta, estoy a punto de tocar cuando la escucho hablando, definitivamente está atendiendo una llamada.

—Sí, ya la tiene.

Se quedó callada, coloco ligeramente mi oreja en la puerta para escuchar mejor, pero es lógico que no escuchare lo que le responden.

—Lo sé porque la vi con la carta en sus manos, al parecer no la ha leído, estaba cerrada.

Quedo paralizada, abro mucho mis ojos de la sorpresa, sin duda alguna está hablando de mí.

—La llame por su verdadero apellido sin darme cuenta, pero la hice pasar por desapercibida.

Yo sabía, por lo menos loca no estoy.

—Sí, sí, ya sé, no volverá a pasar, igualmente ya vienen las vacaciones, yo me iré, no puedo estar aquí.

Durante los 5 segundos que pasaron no se escuchó más nada, así que me voy rápido a mi cuarto, agarro mis cosas y voy al baño, tengo que arreglarme, me quedan solo 15 minutos antes de que llegue el autobús.

Las Verdades Detrás de las Mentirás✔ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora