[XXXI] El dolor de una decisión.

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Treinta y uno.

Me duele la cabeza, veo rostros, inyecciones, pasillos, en mi cabeza rondan momentos que no recuerdo haber vivido, cosas que se desde que nací pero no tenía ni idea.

—Ya estas despertando, me alegra. — Kahiden está a mano derecha de la cama, trato de ver todo en mi entorno pero me duele el cuerpo, sin embargo me percato que estoy en una cama, hay aparatos y tengo cables por todos lados.

=Tranquila, nosotros no los queremos lastimar, todo esto está regenerando el veneno que te inyecto Lyla, ¿recuerdas eso?

—Ustedes fueron los que me hicieron respirar un gas y me metieron en ese cuarto blanco. — se me dificulta hablar.

—No cariño, —pone su mano en mi hombro. — Lyla se sintió presionada y te inyecto un veneno ligado de componentes, te pusimos el gas para que la mayoría de toxinas salieran de tu sistema más rápidamente, sin embargo Efrahyn te hizo recordar algunas cosas pero volviste a desmayarte, las toxinas que se encontraban en el veneno son sumamente peligrosas así que te trajimos aquí para que te mejores más rápido, dentro de dos días ya estarás de alta.

—No dejes que nadie entre — le digo con esfuerzo.

—Marlon me pidió que le diera cinco minutos para...

—No quiero ver a nadie. — los ojos se me cierran solos hundiéndome nuevamente en la oscuridad.

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Marlon.

Hijos de la gran puta.

Eso es lo que son estos insolentes, quiero vivir mi vida con Malle en una isla donde solo sea mía y me la pueda follar a cada nada sin tanto problema. Por culpa por ellos me odia más de lo que ya me odiaba, y ahora se me dificulta tenerla a mi lado, me cabrea que no quiera que la vea, necesito saber que está bien y no quiere verme.

—Necesito hacerte unas pruebas. — pasa por mi lado Kahiden sin mirarme. Voy a reprochar... — no te estoy preguntando.

Me levanto de mi asiento siguiéndola por el espacio subterráneo que siempre sorprende por lo grande que es, llegamos a una habitación con máquinas y paredes acolchonadas al igual que el piso y el pecho.

— ¿Y la camisa de fuerza? — sarcasmo.

—Esa alguna vez la vas a usar, pero será Malle quien te la ponga.

—Me agradaba más Veila. — me acuesta a la mitad de la sala en el piso boca arriba con piernas y brazos estirados.

—Y a mí me agradaba más Víctor — me pone unos círculos con gel en el tórax derivado de unos cables que llegan a la maquina principal que se ubica en una esquina. —...y creo que a Malle también.

Me ahorro el insulto.

Enciende la maquina poniéndose unas gafas un tanto raras las cuales son grises y le tapan los ojos sin dejar abertura. El piso acolchado se vuelve duro, las paredes y el techo se tornan de color morado brillando dando luz a mi alrededor. Miro hacia mis lados y pareciera que me encuentro en una fina capa de hilo y el océano está debajo de mí.

—Levántate mirando al piso — pide Kahiden.

Correspondo a sus órdenes con sumo cuidado y una excandecente luz proviene de abajo, siento como me pican y arden los ojos sin embargo no los cierro, veo la luz cada vez más intensa y de un ardor paso a sentir un agradable efecto en los ojos.

— ¿Qué ves? — su voz suena como si estuviera cerca, mi saliva sabe extraña, juro que puedo oler algo de comida.

—No solo veo, también escucho, huelo y saboreo mejor. — veo la luz sin ningún problema.

Las Verdades Detrás de las Mentirás✔ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora