Hoy papá me envió a dormir sin cenar porque, por una noche más, se avergonzada de tener a un hijo que prefería tener un peluche que jugar con una pelota. Pero mi peluche Iñaki llegó a mí antes que el balón de fútbol. ¿Eso me hace menos hombre?
Mi osito de poliéster era más blando que yo. Gracias a él no conocía las pesadillas. Si no fuera por él, creo que me hubiera vuelto loco en esta casa. Mi malhumor dependía de él.
Era muy tarde, pero mis ojos ya no conocían esa palabra. Era paradójico que Heriberto quisiera que duerma con la música alta que ponía en su habitación. Mañana era mi segundo día de clases de este año y esa música quería arruinar la fiesta de emociones que había comenzado en mi cabeza.
Estaba a días de cumplir quince años, pero con la economía de mi padre, mi cumpleaños iba a ser como cualquier otro día. Solo debía imaginar que tenía una fiesta y sonreía.
Debía afrontar la triste realidad. Hace catorce años que no sonreía honestamente. Catorce años de regaños, catorce años de discusiones y lágrimas.
Si mi madre hubiera seguido viviendo con nosotros, creo que nada hubiera cambiado, con mi padre sembrando discordia. Creo que estaba destinado a padecer eternamente.
Ojalá mi padre escuchara todo lo que pienso cuando estoy solo en mi cuarto para ponerle al tanto de mis deseos, tristezas y alegrías. Pero estamos hablando de Heriberto, mi padre, este sin pensarlo me lanzaría cualquier cosa, como lo hacía antes.
¡Oh, Dios mío! Malas noticias... Necesito ir al baño antes de mojar mi cama. Lo malo es que el baño está contiguo al cuarto de mi padre y siempre está ocupado o hay un insecto volando. Cruzarme con él en estos momentos me afectaría más psicológicamente.
En medio de la oscuridad, me senté y crucé las piernas. Inspeccioné mi uniforme para mañana y luego lo guardé en el guardarropa. Guardé todo mi material del colegio en mi mochila.
Me volví a sentar y crucé las piernas con más fuerza. A este paso, los testículos iban a reventar. Sentí que algo iba a salir y era mi coraje. Así que me levanté de mi cama.
Me detuve en la puerta y, desde la rendija, vi que el baño se hallaba vacío y ni sé por cuántos segundos. Debía estar psicológicamente preparado para ir al baño. Hasta mi puerta llegaba el tufo a alcohol que emanaba de la horda de amigos guiñapos de mi padre.
Acerqué la cabeza y vislumbré a la gente reunida en torno a una mesa. Parecía que todos vestían igual; camisa a cuadros y pantalón holgado. Desde mi puerta podía verlos, pero ellos no podían verme porque si sus cuellos giraran tendría horribles pesadillas.
Todo esto no podía ser peor que mi padre trayendo a su amante a vivir a la casa. La casa se queda muy pequeña con todo el odio y el rencor que tengo hacia mi progenitor.
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Ese chico de falda ©️
Teen FictionAriel es un chico que prefiere usar falda en vez de pantalón. Un día conocerá a un nuevo estudiante que cambiará su vida para siempre. Advertencia: Contenido adulto (+18)