Capítulo 7

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Esta vez me puse el pantalón corto debajo de la falda, así que pude correr sin preocuparme de que se me viera algo. Sin embargo, era otro día más que me atrasaba por desayunar y vestirme como tortuga. 

Cerca del colegio, vislumbré a Jonatan, caminando campante como siempre. Solo debía alcanzarlo para volver a estar con él. Me agradaba su compañía y su sentido del humor, pero me sentía como una niña a su lado y cuando me invitaba a comer, parecía que perdía un pizca de mi masculinidad.

Caminé por una calle angosta estando a solo una cuadra del colegio, una persona me interceptó en medio de la acera y me amenazó con un arma blanca. El habla se me fue y comencé a temblar de pie a cabeza. Mi voz para pedir socorro se había escondido.

Su aspecto desharrapado y su rostro malévolo fueron detalles que ignoré, y mis ojos solo veían el cuchillo que el hombre empuñaba a bocajarro.

—¡Dame el móvil! —exclamó el tipo agresivamente.

—Está bien, pero no me hagas daño —dije con tono de desesperanza.

Desbloqueé el celular y el hombre extendió la mano para recibir su botín del día, apenas sin esfuerzo. Su arma trabaja sin sueldo.

En ese preciso instante, no sé cómo Jonatan se percató de todo, pero regresó en mi auxilio.

—¿Ariel? ¿Qué sucede? —preguntó él con desconcierto.

El delincuente se acercó a mí y me agarró el brazo.

—¡No te metas! —vociferó el tipo.

—Déjalo en paz... —dijo Jonatan con gesto de calma.

De inmediato, sacó su celular y dijo:

—Toma mi celular, pero déjalo ir...

El delincuente lo miró con recelo. Pero poco después, me soltó y recogió el celular de Jonatan. Acto seguido, desapareció del lugar antes de que pudiera resoplar.

—Vamos, Ariel, se hace tarde —dijo Jonatan de espaldas.

Me quedé petrificado.  Corrí y lo alcancé.

—Lamento que por mi culpa hayas perdido tu celular... Yo voy a pagarte...

Me interrumpió.

—No hay problema —dijo sin mirarme.

—¿Cuánto te costó?

—1500 dólares.

—¡Diablos!

—La vida vale más que un celular y el tiempo es corto para lamentarse —replicó él.

—Está bien, no me preocuparé.

—¡Apurémonos!

—Es extraño verte preocupado por llegar a clases.

—Si no hubiere quiosco, tal vez ni quisiera me hubiese inscrito ja, ja.

Entramos al colegio y a unos pasos vi a Xiomara, mirando ensimismada su celular.

—Hola, Xiomara...

Me miró con vergüenza.

—Ariel... Hola.

—No viniste a mi cumpleaños...

—Ay, lo siento, lo siento.... Estaba.

—Ya, no te preocupes. El próximo año me debes unos auriculares.

Corrí a mi aula, pero no hallé a Jonatan. Lo busqué y lo encontré comprando en el quiosco. Esta vez sin mí.

Ese chico de falda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora