Capítulo 2

5K 267 20
                                    

Anoche había tenido un sueño intranquilo. Soñé que mojaba mis pantalones y eso ya era peor que reprobar un examen que había estudiado. 

Segundo día de clases y faltaba ciento noventa y nueve para salir de vacaciones. No faltaba mucho. Si la locura no me seduce, aprobaré otra vez.

Fui al comedor con bostezo en proceso y, al llegar a la mesa, encontré a la amante de mi padre sentada desayunando e indiferente a cualquier conversatorio. Creo que lo peor era que estaba en mi lugar.

Por lo que veo, yo había llegado un poco tarde a la mesa porque había escasez en todo.

Mi padre se había dormido vestido y la mujer parecía que iba a modelar porque ese short jean no dejaba nada a la imaginación. Menos esa blusa corta.

—¡Oye! ¿¡No vas a saludar a tu madre!? —exclamó mi padre mirándome como si hubiera hurtado su billetera.

Me tomé mi tiempo para responder. Estaba en mi casa y podía ignorar sus preguntas como ignoro los vídeos que Youtube me recomienda.

—¿Dónde está mi madre? —respondí encogiendo los hombros.

—La estás viendo —dijo mi padre y tomó un sorbo de su café.

—No puedo llamarle madre a una persona que nunca he visto y ni sé su nombre.

No debí decir eso, pero lo dije y ya no podía volver en el tiempo.

—Se llama Mónica.

—Ya conozco su nombre y no tengo tiempo para escuchar su pasado...

—Después hablamos de ese asunto.

Me senté y en mi taza solo había leche y un pan que ya parecía una gema. Contrariado pregunté:

—¿Y el cereal?

—Se lo terminó Mónica.

—¡Toma de una vez tu leche!

—Está bien.

Dicho aquello me retiré para cambiarme.

En mi habitación, me desvestí quedándome en ropa interior por el apuro. Me puse la polera que llevaba grabada el nombre del colegio. La falda tableada me gustaba más que ayer. En el colegio Lincoln tenían la libertad de elegir pantalón o falda. Luego, debajo me puse un pantalón corto para que nadie viera mi ropa interior.

Agarré unas cuantas monedas de mi escritorio y salí de casa en busca de un micro que no tuviera exceso de pasajeros.

A los pocos segundos, apareció uno y me subí, pero la moneda que tenía que alcanzar se me cayó y lo perdí de vista. Me agaché y, detrás de mí, subió otro estudiante. Si no hubiera olvidado llevar el pantalón corto debajo creo que habría faltado a clases.

—¿Su pasaje? —preguntó el chófer con aspereza.

Vi las monedas que llevaba y no eran de este siglo. Un día antes había hallado monedas muy antiguas en la maleza.

Recordé que las monedas verdaderas estaban en mi cama.

En ese instante, un estudiante pagó por mí y se sentó muy atrás. Me quedé con el agradecimiento en la boca y no tuve más remedio que sentir vergüenza.

Al llegar al colegio, me bajé y busqué con la mirada al chico misterioso, pero ya no recordaba sus facciones.

En ese preciso instante, Xiomara me tomó por sorpresa como ayer.

—Ariel Baltasar...

—Hola, Xio...

Bien uniformada como de costumbre. Esa camisa de manga corta se planchaba sola y la falda, medianamente larga, se movía por la brisa. Sus coletas no quedaban indiferentes.

—¿Quieres ser mi novio? —dijo ella risueña.

Ya me había olvidado del incidente del micro. Creo que desde la primaria ella venía declarándose.

—Buen intento, Xiomara, por poco me sonrojo.

—Nada perdía intentándolo una vez más.

—Eres una buena amiga y bastante atractiva que puede tener a muchos galanes.

—Es que ya lo intenté casi todo... Declarándome, acortando mi falda o sentándome en tu regazo en falda y sin licra debajo.

—He tomado nota de todo eso...

—Ari, me parece o creo que ninguna chica es para ti.

—No se trata de eso, es que no ha habido una chica que me llene emocionalmente.

Ese chico de falda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora