En diez minutos, llegué al recinto educativo. Esperé a que todos bajaran primero, ya que tenía la falda muy arriba cuando me senté y no quería enseñar la calza de Xiomara.
Una vez que todos bajaron, me levanté, me estiré la falda y bajé del autobús, que ya quería arrancar. Pisé el suelo y el motorizado salió disparado de allí, dejando una estela de humo grisáceo.
Me desplacé con premura hacia la puerta de entrada. A los alrededores, había muchos vendedores ambulantes, que ofrecían todo tipo de comida rápida. Tenía la cabeza enfocada en el aula 12, así que seguí de largo.
Dentro del colegio percibí un aire de suntuosidad y también muchas faldas cortas. Casi no veía alumnos varones.
Subí las gradas, cubriéndome el trasero con la falda y corrí hacia el curso de Jonatan. Lastimosamente, la puerta se hallaba cerrada y no tuve más remedio que esperar el timbre de recreo. Faltaban solo quince minutos.
Al poco rato, un alumno desconocido se sentó junto a mí. Yo me puse nervioso, de que se diera cuenta que no era otra alumna más de este colegio. Me tapé bien la nuez y me bajé la falda.
De pronto, el chico se acercó y comenzó a lanzarme miradas lascivas de arriba a abajo, como si quisiera desnudarme.
—Hola, nena... —dijo el chico esbozando una sonrisa.
—Hola —respondí sin mirarle.
—¿Cómo te llamas? —preguntó.
—Hum... Arieli.
Quise terminar la conversación, pero él la iniciaba de nuevo. De pronto, vi a Jonatan salir del curso y me levanté, pero el chico me agarró del brazo y no me soltó. Forcejeé y el escándalo llamó la atención de Jonatan.
Jonatan se acercó y el chico misterioso se fue al ver que venía el director detrás de él.
Jonatan no me miró y se dio la vuelta. Antes de que se vaya, lo llamé y él me miró.
—Jonatan, ¿me reconoces? —Me quité la peluca.
—¿Qué? ¿Ariel?
—Sí, soy yo.
—¿Qué haces acá? Te ves gracioso...
Se rio con vehemencia. Se veía de buen humor.
—Vine a decirte algo importante.
—¿Qué cosa?
Nos sentamos en una banqueta. Debía decirle lo que sentía, antes de que me olvidara.
Pero en ese instante, el timbre sonó. Cerré los ojos y Jonatan se levantó, me agarró de la mano y me llevó al baño de hombres, pero yo quise ir al baño de damas.
—Espérame —dijo él mientras iba a orinar.
—Te extrañé —susurré.
Pero a los pocos minutos, el director hizo acto de presencia en el lugar. Dicho hombre había venido a orinar antes de trabajar.
Yo también tuve deseos de orinar también, pero me aguanté. El director vino, hizo sus necesidades fisiológicas y luego me regaló una mirada de extrañeza. Supongo que pocas veces había visto a un chico vestido de chica en el baño de hombres.
El director se fue y Jonatan salió del retrete. Ahora me tocaba a mí. Él tenía menos paciencia que yo.
Luego salimos del baño y nos dirigimos a un quiosco más grande que el que había en mi colegio. El propósito era comer hasta reventar, como los viejos tiempos. Se veía tan lozano y feliz al verme. Mi sola presencia lo decía todo.
—Yo también te extrañé, Ariel.
Él me dijo eso justo cuando un golpe de viento levantó mi falda. Me ruboricé.
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Ese chico de falda ©️
Teen FictionAriel es un chico que prefiere usar falda en vez de pantalón. Un día conocerá a un nuevo estudiante que cambiará su vida para siempre. Advertencia: Contenido adulto (+18)