Capítulo 10

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La somnolencia me empujaba hacia la cama, pero aquel mensaje hacía tanto ruido que no iba a ser capaz de pegar las pestañas. Mi padre había puesto música, como para inaugurar una juerga de grandes proporciones. 

Abrí el mensaje y él me saludó amablemente. Fue muy breve y yo ya intuía que de esto no saldría nada bueno. Los padres de Jonatan movieron cielo y tierra para sacarlo del colegio y llevarlo a otro colegio de aire elitista. No sé si quería llorar o tirarme de un puente.

Jonatan fue muy directo y punzante con su mensaje, que arrasaba con mi buen ánimo. La noticia me iba a dejar secuelas permanentes. Ya no había nada que hacer. Debía aceptar la triste realidad y ser fuerte ante la circunstancia. Su despedida fue breve, pero letal en mi corazón.

Durante las últimas semanas, no pude conciliar el sueño y mis notas fueron bajando, provocando el asombro de propios y extraños. Los profesores no daban crédito a lo que veían. Como era de esperarse, Jonatan y yo cortamos nuestro vínculo en WhatsApp. Yo ya no le hablaba y él también. Así que lo borré de mi agenda y empecé desde cero.

Así fueron pasando los meses hasta que fui olvidándolo. Extrañamente no me sentía a gusto con nadie que no fuera él. Esa persona era mi paño de lágrimas, mi confidente y una factoría de sonrisas.

Después de clases, llegué a casa extenuado y me arrellané en mi cama. No quise saber nada del mundo exterior. Debía distraerme con las tareas y aburrirme con mis pasatiempos.

Xiomara me avisó que venía. A la media hora, llegó a mi casa, trayendo noticias y ganas de ir al baño.

Mi amiga y yo nos sentamos en la mesa a hacer los deberes. El silencio no tenía cabida en mi habitación.

Hablando del colegio, no pensé que Jonatan sería parte de la conversación.

—¿Lo extrañas? —preguntó ella sin mirarme.

—No... —dije restándole importancia.

—¿Seguro? —insistió ella.

—Bueno, un poco...

—¿Y si vas a buscarlo?

—¿Para qué? No tiene sentido.

—¿Tienes algo que decirle? Hazlo. No pueden estar así, Ariel.

—No estoy seguro. Además, no dejan entrar a los varones.

—¿Y si te vistes de mujer?

—Te pasas, Xiomara.

—Vamos... ¿Acaso no quieres estar junto a él?

—Sí, pero...

—Tienes que vestirte de mujer y entrar al módulo a decirle lo que sientes. Yo conseguiré un uniforme similar.

—Aún no he dicho que sí...

—Si alguien pregunta por tu nombre, le dices que te llamas Arieli.

—Está bien.

Xiomara tenía un plan para cambiar mi ánimo. Ella era capaz de todo.

Ese chico de falda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora