Capítulo 6

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Era tardísimo y no debería estar nervioso, debería estar en clases, aburriéndome. Eran más de las ocho de la mañana y no tuve más remedio que usar las piernas para ganarle al tiempo. 

A poco de llegar, me di cuenta que me había olvidado ponerme el maldito pantalón corto debajo. Vine con la ropa interior y de un color que nadie lo iba a saber. Me di cuenta al correr y el viento  quería verme todo.

De nada sirvió correr, porque me encontré con el portón cerrado. Ya no pude entrar y eso fue un cachetazo emocional. Hace mucho que no llegaba tarde. Tal vez fue por soñar con cierta persona que no recuerdo bien. Creo que fue por Xiomara.

Al poco rato, apareció Jonatan muy despreocupado.

—¿Creí que te gustaba estudiar? —pregunté con ademán de asombro.

—¿Yo? ¿Cuándo dije eso? —Se puso a pensar con la mano en la quijada—. Tal vez fue en uno de mis sueños extravagantes.

—Bueno, el asunto es que llegaste tarde y yo igual. Así que ya no podemos entrar a las clases de lenguaje.

—Pero yo no tuve la culpa, fueron las guadañas de la almohada que no me dejaban levantarme —Se tapó la cara—. ¿No crees que es muy temprano entrar a clases a las 8 de la mañana?

—Claro que no... ¿Hace cuánto que no pones un despertador?

—Creo que desde aquella vez que me caí huyendo de un perro...

—Ya entiendo... Yo igual. Mira la cicatriz en mi muslo —dije levantando mi falda.

—Mira mi nariz —repuso Jonatan—. Parece que tiene vida propia...

—Sí, verdad.

En realidad no noté nada del otro mundo. Su facciones no tenían nada que resaltar. Solo un lunar en su mentón y un tatuaje en una de sus manos.

—¿Y ese tatuaje? —pregunté.

—Ah, es un capricho mío, pero desaparecerá en unos días...

—Así que es temporal.

—Sí, al igual que mis ganas por estudiar..., pero vuelve cuando tengo la barriga llena.

Afuera había como diez alumnos esperando que el guardia abriera el portón al menos un poco.

Segundos después, nos dejó entrar. Seguí a Jonatan y nos desplazamos por un corredor resbaladizo. Antes de doblar dijo:

—Ariel, vamos a comprar algo... Tengo hambre.

—Pero...

—La puerta está cerrada. Si te ve el director te regañará como nunca antes —dijo llamándome.

—Entonces te sigo.

—¡Vamos, corre!

—Oye, estoy en falda y con calzones...

Fuimos al quiosco a comprar papas fritas, dos para cada uno, y volvimos. Pero el conserje se topó con el director. No había absolutamente nadie, más que nosotros.

No escabullimos por el baño de damas y esperamos a que se dispersaran. Jonatan entró a orinar y yo me aguanté.

De pronto el director se despidió y vino en dirección al baño. Me asusté y empujé a Jonatan por el nerviosismo. Él casi se golpea con el extintor.

Vimos una ventana pivotante al fondo, lo trepamos y saltamos sobre arbustos y pasto. Nos escondimos hasta que el director se fuera.

—Si mi cabeza hubiera llegado al extintor, ahora estarías hablando con un cuerpo descabezado —Jonatan se rascó la entrepierna.

—Pero estabas lejos... Mis nervios me jugaron una mala pasada.

—Debí traer mi audífono... —Jonatan miró para arriba—. Tenía ganas de escuchar una canción que no la puedo sacar de mi cabeza.

Jonatan sacó su celular medianamente moderno.

—¿Qué celular tienes? —pregunté con curiosidad.

—Es un Samsung que ya pasó de moda hace dos meses...

—Yo igual tengo uno, si quieres te comparto mi música.

—Bueno, ¿pero tienes k-pop?

—Solo tengo baladas y pop rock.

—Muy bien, dame porque necesito mi nueva dosis de música.

Miré mi celular y la batería estaba en tres por ciento y aún no le había pedido sus número.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Puedo... —dije—. ¿Me das tu número por si necesitas ayuda?

Me miró unos segundos.

—Claro —repuso y chequeó su celular.

En ese momento mi celular se apagó.

—Ya no tengo batería, pero lo recordaré.

—¿Seguro? —preguntó.

—Sí, no te preocupes. Mi memoria es un poco mejor que la de un pez.

Ese chico de falda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora