Capítulo 9

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Toqué la puerta y la profesora de biología me recibió con el ceño fruncido, pero podía entrar después de todo. La razón de su jeta fue por llegar tarde a su clase y porque aún no le había pagado una copia de su texto. 

Como llegué tarde, tuve que buscar asiento, casi con binoculares. Mi castigo por llegar tarde era justo. Debía sentarme solo, pero era cuestión de tiempo para que alguien se sentara conmigo. Una de las alumnas más atrevidas del curso, encontró mi asiento. Este día no podía ser peor.

Xiomara se sentó al lado de su amor platónico y Jonatan con otro chico que atendía abstraído por la explicación. Jonatan apenas se percató de mi presencia. No estaba muy lejos de él, pero su comportamiento creaba un trecho enorme entre nosotros.

La chica que tenía al lado no cruzaba las piernas y tenía la falda muy corta. Suponía que tenía short debajo, así que su falta de preocupación era obvio.

Me olvidé de ese asunto, pero mi maldito borrador cayó al suelo, cerca del calzado de mi compañera. Debía alzarlo porque ella no podía agacharse con esa falda. 

Fui tras mi borrador y pude constatar, sin querer, que ella no llevaba ningún pantalón corto. La chica no se daba cuenta, así que volví a sentarme y traté de borrar esas pantaletas blancas de mi mente.

Después de eso, perdí la concentración, cometí errores y no pude aprender nada.

El timbre de recreo sonó y todos salieron como animales silvestres, menos Jonatan. Su lento caminar destilaba un aire de seriedad, que tal vez yo no era capaz de cambiar.

—Jonatan... —dije al salir del curso.

—Hola —respondió él con un tono calmo.

—¿A dónde vas? —pregunté con mucha vergüenza.

—A comprar algo con un compañero.

Algo dentro de mí comenzó a mostrar signos de avería. Era un motor que ya no quería avanzar ni con empujón.

—Ah, qué bien. Ya tienes otro amigo —dije desviando la mirada.

—Creo que sí.

—¿Te pasa algo? —pregunté impulsado por los latidos de mi corazón.

—No...

—Te quería decir que estoy ahorrando para pagarte el celular...

—Okey.

Aquello extinguió mis palabras. Tuve que pensar antes de decir algo.

—¿Por qué eres tan cortante?

—¿Yo? Para nada...

—Me lo estás demostrando.

Miró para otra parte.

—No... Después hablamos... Tengo que comprar algo.

—Bueno —dijo con voz rasposa.

Creo que un texto era más cálido.

Llegué a casa agotado y estresado, y no tuve deseos de salir de mi cuarto hasta que mostrara alegría. La puerta estaba cerrada con el pestillo, así que ni mi padre podría entrar.

Pensé que ya no iba a hablar con Jonatan nunca más, pero algo extraño sucedió.

En ese instante me envió un mensaje.

Ese chico de falda ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora