Jonatan y yo nos dimos un apretón de manos y después me volvió a dar su número, que yo había borrado hace meses. Nos despedimos y él prometió visitarme al día siguiente. En el semblante se notaba que no estaba a gusto estudiando en ese colegio.
El día de clases posterior a nuestro encuentro, fue mucho más llevadero sin Jonatan. Aunque ya no estudiaba junto a mí podía sentir su presencia, su sonrisa aún podía escucharla en el aula.
Mi cumpleaños llegó y Jonatan lo sabía, al igual que Xiomara que en la mañana me regaló los auriculares que quería, en compensación por aquel fallido cumpleaños. Este día debía estar repleto de sonrisas. Hace mucho que no sonreía sin tener que fingir.
En la tarde hice mis deberes, como de costumbre y luego debía elegir el vestuario que usaría para la noche, porque Jonatan me había prometido llevarme al parque de atracciones. A él le gustaba mucho. Mucho más que a mí, porque yo le tenía fobia a la rueda de la fortuna y a los autos chocadores.
El momento llegó y Jonatan fue muy puntual. El buen tiempo acompañó y yo salí con permiso de Mónica, no así con el de mi padre.
Jonatan me abrazó por mis dieciocho años cumplidos. Uno menos que él.
En el parque, Jonatan se sintió como un niño. Quería subirse a los juegos que yo odiaba. Pero como era mi cumpleaños debía hacer un esfuerzo.
Primero nos subimos a los autos chocadores: me asusté mucho. Luego a la rueda de la fortuna; casi vomito. Finalmente a la montaña rusa y al barco pirata. Los latidos de mi corazón tamborilearon, una vez que me bajé de los juegos.
Mientras me recuperaba, Jonatan me trajo un perro caliente.
—Ya te sientes bien —preguntó él.
—Un poco... Te odio.
Se rio.
—Nunca me había sentido tan a gusto con un compañero —dijo y miró al cielo.
—¿En serio?
—Sí, eres como un amigo y una novia al mismo tiempo...
—Me gustas... —susurré.
—¿Qué dijiste?
—Nada, nada.
—No, tú dijiste algo.
Suspiré.
—¡Está bien! ¡Me gustas mucho, idiota!
Jonatan no fue el único que lo escuchó.
Él se quedó en silencio y luego dijo:
—Me dejas perplejo...
—Está bien, ignóralo... Fue una broma.
—No digas eso. Yo puedo...
—¿Qué?
—No me importa lo que piensen... Podemos intentarlo, si quieres. Tú también me atraes.
—¿Sabes lo feliz que me haces? —concluí y lo abracé.
Este fue el mejor cumpleaños de mi vida. Este chico me cambió la vida en un tris. Jamás olvidaré este día.
Al ingresar a casa, mi padre me regañó severamente, pero mis oídos solo oían al chico que me gustaba. Él era todo lo que necesitaba.
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Ese chico de falda ©️
Teen FictionAriel es un chico que prefiere usar falda en vez de pantalón. Un día conocerá a un nuevo estudiante que cambiará su vida para siempre. Advertencia: Contenido adulto (+18)