Epílogo

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Mis ojos pasaron por su cara, seguía en mi lugar sin poder moverme. Era como si una fuerza me impediera mover aunque sea un dedos para acercarme a él.

¿Cómo era posible? ¿Cómo era posible que estuviera vivo cuando yo lo vi morir en mis brazos? No lo sabía, pero tampoco me importaba.

Esbozó una pequeña sonrisa y sollocé antes de lanzarme a él y abrazarlo con fuerza, mis piernas flaquearon al momento en que olí su aroma, era tal y como lo recordaba y atesoraba en mis memorias. Él me sostuvo con más fuerza pero aún así ambos caímos al suelo de rodillas, mi cara escondida en su pecho al ser más alto que yo.

Sus fuertes brazos se aferraron a mi cintura con fuerza, dejé escapar sollozos sobre la tela de su ropa y me acerque lo más que podía. Tenía ganas de gritarle, de reclamarle el porque no me había buscado si estaba vivo, quería gritarle y preguntarle porque me hizo olvidarlo, porque se había ido en uno de los momentos en los que más lo necesite. Pero no dije nada, solo lloré sobre él, tratando de así expresarle lo que sentía, sabía que lo haría porque me conocía mejor que mi misma.

Los latidos de su corazón eran fuertes al igual que los míos, me aferré a Oliver con miedo de que fuera solo una mala jugada de mi mente, que era una ilusión causada por el Anuk-ite aunque ya haya sido vencido. Me aferre a él porque lo había extrañado tanto y porque tenía miedo de volver a perderlo.

Su cara estaba escondida en mi cuello y sentí algunas lágrimas en aquella parte de mi cuerpo mientras el suyo se sacudía por sus sollozos, me apretó más contra su cuerpo y susurró cosas que no pude entender porque lo decía muy bajito y salían entrecortadas debido al llanto.

Intente decir algo pero mi voz se quedó atascada en mi garganta, todo en mi interior temblaba. Una explosión de sentimientos se llevó acabo en mi corazón y miles de recuerdos de los dos juntos pasaron por mi mente, todo lo que necesitaba en ese momento era sentirme abrazada por él.

Todos desaparecieron en ese momento, solo éramos Oliver y yo de nuevo. No lograba percibir las voces de los demás ni sus aromas, solo los bajos sollozos del azabache y su delicioso aroma a pino y canela.

Por un momento volví a ser aquella niña de catorce años que disfrutaba molestarlo y ver su expresión de fastidio cada vez que me veía por los pasillos, volví a ser aquella Elizabeth a la que tuvo que salvarle el pellejo en más de una docena de veces, volví a ser la misma Elizabeth que lloro con desespero y grito cuando sus ojos se cerraron, y cuando su corazón dejo de latir.

Volví al pasado dónde éramos solo él y yo.

Me separé de él por un momento, lo golpee con mis puños en su pecho, mientras lloraba.

—¡¿Por qué te fuiste?! ¡¿Por qué lo hiciste?! Te necesitaba más que a nada y me dejaste...

Él no respondió, pero su mirada me demostró cuan arrepentido estaba. Volví a abrazarlo, Oliver en verdad estaba aquí.

Está vez él no desapareció cuando lo toque, ni traspase su cuerpo como en mis sueños miles de veces, era real, cada parte de él lo era.

Cuando llegó el momento de separarnos de nuevo tomó mis mejillas, limpio todo rastro de lágrimas y beso mi frente con delicadeza. Aquel simple acto me transportó a todas las veces que lo hacía. Me sentí en casa cuando sus labios acariciaron mi piel, se sentía tan familiar que desee quedarme en ese momento para siempre. Empujo mi cabeza contra su cuello de forma suave y me abrazo unos segundos más. Cerré los ojos disfrutando del calor de su cuerpo, él me hacía sentir como si estuviera en casa. Sus brazos siempre tenían ese efecto en mí.

—No tienes idea de cuanto te extrañe, pequeña. —Susurró cuando se separó finalmente de mí.

—¿Por qué? — pregunté mirando sus ojos, buscando una respuesta a una pregunta que no hacía falta formular. Él sabía a lo que me refería.

𝙇𝙄𝙏𝙏𝙇𝙀 𝘼𝙇𝙋𝙃𝘼 #3 | ᵗᵉᵉⁿ ʷᵒˡᶠDonde viven las historias. Descúbrelo ahora