|•PREFACIO•|

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|•PREFACIO•|









—¡TE AMO AZUL! —grité del fondo de mi corazón —. Te amo y para mí desgracia voy amarte toda la vida y eso incluye si me amas o no, porque mi amor por ti va a hacer eterno.


Mi pecho ardía con cada palabra que había estado atorada por años y que al fin me había atrevido a decir.

Pensé que al gritarselas a ella el fuego en mi corazón se apagaría pero fue lo contrario, ese fuego se avivó más y ahora no encontraba una salida.

—Te amo, —volví a pronunciarlas apesar de que ella tenía ambas manos puestas en sus orejas como si así pudiera evitar escucharme. —Te amo y cada día que pasa este amor crece, y con ello el dolor al sentir que estoy perdiendo.

Ella cubrió con más fuerza sus orejas y me dió la espalda, murmurando algunas palabras que no pude entender. Su indiferencia me causaba dolor y lo único que quería era que ella comprendiera que yo amaba y que haría todo por recuperarla.

—Se que nos equivocamos pero también sé que nuestro amor sigue intacto y merecemos otra oportunidad Azul.  —Me acerqué muy despacio a ella con la intención de estrecharla entre mis brazos pero lo único que conseguí fue su rechazo.

—Quiero irme. —Susurro muy despacio, como si hablar le provocará un daño.

Azul no alzó la mirada porque la tenía fija en el piso. Sus manos seguían en sus orejas y su cuerpo estaba temblando como si se estuviera congelando.

—Quiero irme, —volvió a pronunciar de la misma manera.

—Azul por favor escúchame, te traje hasta aquí solo para que hablemos así que dime algo; dime qué me amas. —Espere su respuesta, pero ella seguía en la misma pisos.

Parecía que no me escuchaba, me acerque más a ella y toque su brazo. Azul al sentir mi tacto se asustó y se pegó más a la pared. Y levantó la mirada.
Ella me miró, Azul me miró como jamás lo había hecho; su mirada estaba cargada de un odio profundo, de desprecio, de rencor.

Bajo sus brazos y me quedó observando.

—Te amo, —se lo volví a repetir por miedo a que aún no le quedará claro.

—Cállate, cállate. —Dijo sin apartar la mirada de mi.

—No voy a callarme, cometí ese error hace años y no lo voy a volver a cometer. ¡Te amo Azul, te amo y cada vez duele más!. —Le grite nuevamente y ella volvió a poner sus manos en sus orejas.

—¡Cállate, Cállate!. ¡Cállate mentiroso!. —Azul bajo sus manos e hizo lo mismo con su mirada.

Tardo solo un par de segundo para que ella reaccionará y corriera hacia las escaleras.

Sé que había sido una mala idea traerla en contra de su voluntad, pero esta había sido la única forma de poder expresarle mis sentimientos sin que ella saliera corriendo como ahora.

Corrí tras ella y lo único que escuché fue el choque de una puerta al cerrarse.

—Azul abreme por favor, tenemos que hablar. —Toqué la puerta con la esperanza de que recapacitara y me abriera. —Perdón, se que me equivoqué. Sé que jamás debí salir corriendo como lo hice pero entiéndeme, me dolía demasiado y esa fue la única salida que encontré. Perdóname Azul, perdóname ni amor.

Recargue mi cabeza en la puerta y sin previo aviso las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Estaba arrepentido por lo que le había hecho, quería que abriera esa puerta y que me dijera que perdonava, quería que dijera que también se había equivocado.

—Fui un idiota pero te amo, te amo Azul, yo te amo.

Mis palabras sangraban, sentí un nudo en garganta que no me deja hablar. Ya no soportaba más y antes de que me rompiera a llorar la puerta hizo click y se abrió.

Azul abrió la puerta y su mirada triste se volvió a fijar en mi.

—Quiero que te calles y que no vuelvas a decir una sola palabra mentiroso. Déjame en paz y abre la maldita puerta.

—No lo haré, no voy a dejarte ir hasta que hablemos.

No me daría por vencido, no otra vez. No me importaba si teníamos que pasar toda una semana aquí, harías lo que fuera porque ella me perdonará.

Di un paso hacia enfrente y al hacerlo ella retrocedió y de la nada me apunto con un cuchillo, el cual estaba en su mano derecha.


—Azul deja eso, es peligro así que dámelo. —Trate de quitárselo pero al hacer un movimiento para hacerme a ella, Azul se alejó.

—¡Quiero que abras la maldita puerta y que no te atrevas a tocarme porque no respondo!. —Al apuntarme con el cuchillo su mano temblaba y en cualquier momento podría hacerse daño.

No le hice caso y me acerque un poco más.

—¡Aléjate, Aléjate!.

—Azul no, dame eso.

—¡No te acerques!.

—Azul basta y dame eso antes que te hagas daño.

—¡No te acerques!.

Volví a ignorarla pero esta vez no fue una amenaza. Azul dirigió el cuchillo hacia mi estómago sin dudarlo, ella perforó mi estómago.

Baje la vista y mi camisa beige se tiñó de rojo, después mire a Azul quien sostenía el cuchillo entre sus manos.

—¡Te lo advertí!. —Ella soltó el cuchillo y en un movimiento rápido me arrebato las llaves de la casa. —Yo te lo advertí, yo te dije que no te me acercaras porque te haría daño. Yo te dije.

Azul vio la sangre en sus manos y se limpió rápidamente en su blusa, yo no sabía que decir en ese momento estaba en estado de shock por todo lo que había pasado.

—Te odio Alex y eso es lo único que vas a conseguir de mi, mi odio. —Su mirada ya no era la del tranquilo mar, ahora era más a la de una tormenta. —Porqué jamás en la vida voy a perdonarte y eso tenlo por seguro.

Azul me dió un último vistazo y desapareció de la habitación.

—Azul no me va a dejar, ella va a volver yo lo sé.

Quería que mis palabras se cumplieran y que ella volviera. Quería que sus palabras fueran mentira y que ella regresará por mi, por nuestro amor.



Nunca sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora