III

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¿Qué haces aquí?

Cayden se calentaba las manos frotándolas, mientras la nieve caía en el bosque prohibido. Su vista estaba puesta en las ramas de un árbol seco, en la que sentada había una chica.

-Siempre he estado aquí.- respondió la chica pasando la página de su libro.

-Los estudiantes no pueden estar aquí.- 

-¿Entonces qué haces aquí? También eres un estudiante.- pasó otra página.

-Tengo permiso de McGonagall.-

-Entonces yo también.- no miró a Cayden.

-Vamos, márchate.-

-Deberías irte tú, eres el que acaba de llegar. Además, este sitio es el mejor para leer de todos los terrenos de castillo. Y no veo que traigas libro.-

-Encuentra otro lugar para leer.-

-Solo hay un sitio en todo Hogwarts tan tranquilo como este claro.- se voz magnética atraía a Cayden como la miel en la trampa.

-¿Cuál?-

-La Cámara de los Secretos.- la chica cerró el libro, saltó y se puso de pié en la rama.

Era la chica del tren.

Se lanzó al suelo, dando una voltereta en el aire y aterrizó en frente de Cayden.

-Pero que yo sepa ninguno de los dos habla pársel, Gryffindor.- le agarró la corbata y le obligó a mirarla a los ojos.-Así que márchate, o no molestes. ¿Vale?-

Soltó la corbata y se giró para poder volver subir al árbol.

La sangre de Cayden le subió a la cabeza como un torrente de ira y emociones mezcladas.

-Ningún Slytherin me dice que tengo que hacer.- se lanzó y la negra melena se esparció por la nieve blanca.-No eres mejor que yo.-

-Tampoco tú eres mejor que yo.- aún estaba encerrada entre los brazos de Cayden pero no cedió. -¿Entonces por qué no soportas mi presencia? ¿Por mi casa? Porque no has visto mucho más lejos de ahí.-

-Los Slytherin no son de fiar.-

-Los Gryffindor que atacan por la espalda tampoco.-

Toda la ira que había nacido en un segundo, se disipó. Volvió a repasar la escena. Estaban en un claro del Bosque Prohibido, protegido por los árboles tupidos y una cascada congelada nacía no muy lejos. El cuerpo de la chica Slytherin estaba debajo del suyo, jadeante y sudoroso por la baja temperatura.

La vergüenza le atacó, y se levantó de un salto, saliendo del bosque prohibido corriendo y dejando a la chica Slytherin en el suelo.

Llegó a la sala común de Gryfindor, y se duchó. Cada vez que cerraba los ojos veía el pelo negro tirado en la nieve, y los labios enrojecidos por el frío. Sacudió la cabeza para deshacerse del pensamiento, y se obligó a pensar en el partido de Quidditch  que habría antes de las vacaciones de Navidad.

Pero cuando llegó el partido no había parado de pensar en la chica del bosque.

Jugaban contra Ravenclaw, que estaba a la cabeza de la Copa de las Casas.

El otro buscador también se calentaba los dedos mientras buscaban la snitch con la mirada. El frío silenciaba las gradas y el viento se llevaba la voz de los comentadores. Cayden estaba cansado, pero no dejaba de mirar a horizonte, buscando un punto dorado en el blanco paisaje.

El otro buscador se lanzó en picado, y Cayden también lo vió, el puntito dorado sobre el lago Negro.

El Gryffindor voló hasta el agua, persiguiendo al Ravenclaw hasta el hielo.

El viento les cortaba la piel, les congelaba las pestañas y hacía que los ojos se les achinaran por la velocidad.

-Déjalo Cayden, nos vamos a matar.- El Ravenclaw gritó, y fue perdiendo velocidad.-El lago está congelado.-

-NO.- ladró Cayden. No perdía de vista la Snitch, a pesar del nuevo ardor que había nacido en sus ojos.

Extendió la mano, y casi perdió el equilibrio al tener la escoba en posición vertical. El viento chillaba en sus oído, el hielo del lago le devolvía la mirada. Tan blanco como la nieve. Y entonces lo vió, el pelo sobre la nieve y se soltó de la escoba.

Rozó algo metálico con los dedos antes de que su cuerpo golpeara el hielo, atravesándolo. El agua helada le entró en los pulmones, la corriente lo arrastraba hacia lo más profundo. Tenía las extremidades acongojadas, imposibilitándole cualquier movimiento. Desesperado, buscaba algo a lo que aferrarse, pero solo había oscuridad.

Cayden.

La voz sonó del fondo del lago.

Algo ascendía por el agua. El tacto caliente le rodeó el cuerpo, y peleó con su propio cansancio para abrir los ojos. Los ojos verdes lo miraban.

Cayden.

Sabía que iba a estar bien.

Sus labios congelados rozaron el calor de la chica de pelo negro, y el agua dentro de él desapareció dejando entrar el calor.

La chica de pelo negro lo volvió a soltar, pero Cayden la agarró.

¿Quién eres?

Siempre he estado aquí, aunque no me hayas visto.

Heirs of HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora