Desperté dolorido y en posición decúbito. Lo único que pude distinguir con mi ojo derecho fue una luz que parecía salir de un prisma o de un montón de cristales rotos. Las cosas tardaron varios segundos en afinarse y hasta entonces me di cuenta que estaba en el suelo, en una habitación oscura y sucia, con algunas estanterías llenas de libros viejos, apenas iluminada por una bombilla de baja potencia. Frente a mí había un escritorio antiguo con una vela negra encima que estaba casi por extinguirse. Eso no pintaba bien. Lo primero que intenté fue moverme, pero no pude porque estaba atado de pies y manos. Lo que más me dejó consternado fue que el que me había llevado allí se había tomado la molestia de curar y vendar mis heridas. Hasta mi ojo izquierdo estaba cubierto.No fui capaz de calcular el tiempo que había estado sedado, eso me aterró aún más que el encierro en el que estaba. Me sentía muy débil, pero por nada del mundo quería quedarme ahí para conocer al buen samaritano, y buen esquizofrénico, que me había atendido y secuestrado, sin importar que esto último lo hubiese hecho para asegurarse que mis heridas sanarían. Comencé a intentar desatarme y me maldije por no haberme aficionado al escapismo de joven.
Batallé por varias horas, con descansos intercalados, no sabía si eran las cuerdas o mis dedos los que conforme el esfuerzo se iban aflojando. Estaba tan metido en mi afán de escapar que no escuché el momento exacto en que alguien entró a la habitación. Para cuando lo noté ya era tarde, me había descubierto. ¡Maldito viejo sigiloso! Era el anciano del parque Central, el predicador del Ánima Sola.
-¡Ni creas que te vas a escapar, cabrón! -dijo a regañadientes mientras se me acercaba presuroso-. ¡¿Dónde está mi hija, gachupín hijo de la gran puta?! -preguntó gritando al mismo tiempo que me atestó una patada en el vientre. Luego me contempló con aquella mirada llena de odio que ya me era familiar.
-¿Y cómo putas voy yo a saberlo? -respondí con dificultad en cuanto recuperé el aire.
-¡Regina, mi hija! Se suponía que debía prepararte para hoy. -Comenzaron a brotarle lágrimas de los ojos y la voz se le quebró-. La he buscado por todas partes estos dos días y no he podido hallarla. Tuve que regresar aquí nada más para cumplir mi compromiso con la Bendita.
Hice un recuento de los días: si mi enfrentamiento con Regina había sido la noche del ocho de noviembre era muy probable que la fecha del día en el que me encontraba fuese diez, aunque no estaba seguro de qué hora era.
-Respóndeme, pues, europeo libertino, ¿dónde está Regina?
-Pues si no la encontraste noqueada en mi apartamento luego de la golpiza que le di no sé en dónde más podrá estar. En lo personal, de todo corazón, espero que se encuentre bajo las llantas de un camión.
-¡Maldito! -gritó el viejo enardecido, al momento que lo hizo puso su zapato sobre mi ojo y comenzó a hacer presión. Eso me dejó muy claro, por el dolor que me provocó, que no era buena idea hacerse el macho frente a un orate como él, en especial estando amarrado de pies y manos. Sin embargo, aproveché el pretexto para retorcerme y aflojar un poco más las cuerdas que ataban mis pies-. ¿Cómo te atreves a hablar mal de la próxima encarnación del Ánima Sola? ¡Sí, soy un tonto! Me la he pasado preocupado por su vida durante este tiempo, cuando eso en realidad ya no importa, en cuanto acabe contigo ella se convertirá en la nueva Bendita y será inmortal.
No quise comentar nada sobre el disparate que acababa de vomitar el anciano. Supuse que era mejor fingirme sorprendido y hacerle preguntas para darle cuerda y dejar que sus delirios de grandeza me proporcionaran una que otra respuesta... ¡y tiempo!
-¿Inmortal? ¿Acaso eso es posible?
-¡Claro que es posible! -dijo mirándome con conmiseración-. Lo hemos planeado por años, nuestro momento ha llegado. Lo supe cuando escuché tu voz por primera vez, de inmediato identifiqué el acento del pecado. Regina en cuanto lo supo salió a buscarte inmediatamente, no quería perder el tiempo.
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Ánima Sola
TerrorAntonio Rodríguez, un guatemalteco que ha vivido la mayor parte de su vida en España, regresa a su país natal para cobrar una oportuna herencia que lo salva de la penuria. Sin embargo, mientras se va adaptando de una manera hedonista e irresponsable...