22. Hay cosas que en verdad lo valen

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Cuatro días de extremo entrenamiento después, la sargento me llamó a su oficina aunque podía haberlo dicho en casa.

—¿Qué sucede?—le pregunte masajeando mi brazo el cual dolía mucho.

Los nuevos entrenamientos requerían incluso saber bajar de un helicóptero por medio de una soga. Habían dividido estos tres días de sumo entrenamiento en táctica, física, equipamiento,  armas de fuego, psicología, comunicaciones y en caso de los más expertos; liderazgo de la unidad pequeña (Eso supuestamente aprenderemos más adelante) 

Por lo que decía la introducción que nos mandaron a todos sobre el entrenamiento, este serán una semana de cada mes para mejorar a la unidad de agentes y convertirlos en mucho más que un equipo cualquiera que toma casos que a nadie le importan. Obviamente no lo decían textual, pero eso dieron a entender.

Y creo que no soy la única a la que urgían unas buenas vacaciones. No miento cuando les digo que nos exprimieron como trapos en ese infierno.

Debíamos buscar todo tipo de maneras para trabajar en equipo, aprendimos señas, como usar nuevas armas, fuerza de brazos y piernas, correr largos metros, comunicación en la oscuridad o no verbal. ¡Todo lo que se imaginen estaba en ese curso!

No solo eso, sino que también debemos ver como equipos de entrenamiento del F.B.I. o S.W.A.T. nos pasaban por al lado corriendo cientos de kilómetros dejándonos atrás y sin autoestima. ¿Saben lo que es eso? ¿O como demonios se siente? ¡Terrible!

Volviendo a lo que Erin iba a decirme sentada detrás de su escritorio, sinceramente no lo esperaba.

—Tendrás una semana de vacaciones—sentenció.

—¿Hablas en serio?—sinceramente, una semana ya era demasiado para mi.

—Tienes del 29 de noviembre al 5 de diciembre. Y te quiero aquí para el dia siguiente sin peros—me miro seria y contuve una sonrisa.

—Sí, sargento—asentí y salí de su oficina. 

El problema comenzó luego de que llegáramos a casa por la noche. Era muy cansador ir todos los días por una semana a ese campo de entrenamiento. Así que apenas teníamos ganas de comer. Yo había planeado comprar el boleto a Chicago esa noche... ya estaba todo planeado, lo estuvo. Viajaré a Chicago por una semana, cumpliré los años junto a mi padre, disfrutaremos el tiempo que tenemos y volveré. Así de simple. 

Hasta esa noche.

Hoy le tocaba a Erin poner la mesa y yo hacer la comida, cuando el timbre del departamento retumbó por todas las paredes y ambas intercambiamos miradas.

—¿Esperas a alguien?—fruncí el ceño y Erin negó con la cabeza. Pronto se acercó a la puerta y miró por el agujerito en ella para luego abrirla.

—¿Quién eres?—preguntó y frunció aún más el ceño mirando el cajón donde estaba la caja fuerte donde guardamos nuestras armas.

—Soy... Oscar Kleinpass—escuche su nombre y sentí que me bajaba la presión. Apenas pude ver como al escuchar su apellido los hombros de Erin bajaron lentamente.—Estoy buscando a Amy—sentí una terrible sacudida por todo mi cuerpo al escuchar dicho nombre. 

Torpemente todo comenzó a darme vueltas y comida por la intriga de cómo debía verse luego de tanto tiempo salí de la cocina para afrontarlo.

Demonios.

Se veía exactamente igual. Ahora tenía algunas arrugas en su frente y al costado de sus ojos, algunos cabellos blancos escondidos entre todos los demás y... aunque todo eso se le hubiera agregado a su nueva imagen, se veía igual a aquel hombre hacía mucho tiempo.

NADINE 1 (Divertida pero peligrosa) CHICAGO PDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora