20. Una fuerza diferente a todas las demás

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—¿Que?

—Si, requerimos de su presencia. El señor Matta ha tenido unos inconvenientes y ha pedido que la llamemos a usted—seguido de eso me paso la dirección y asentí.

—Ok... voy en un segundo—fue lo ultimo que dije y vi como los demás autos llegaban.—Necesito que me lleves a un lugar—me acerque al auto de Keyla quien estaba sola y asintió abriendo la puerta de copiloto.

—¿Puedo preguntar porque me haces conducir rápido?

—No, solo conduce y déjame allí. Te llamare luego.

—Prométeme que no harás ninguna estupidez.

—Solo conduce, por favor—sonó terriblemente como una suplica y Keyla me dio una mirada rápida.

No se porque, pero sentí que me bajaba la presión. ¿Servicio de salud mental? ¿En serio? Y... ¿Por qué a mi? Sentí calor a todo mi alrededor y la velocidad en la que Keyla conducía sin decir nada. Pronto llegamos y por poco me tire del auto hacia la gran casa y toque el timbre hasta que una mujer con traje de enfermera me abrió y pude ver a Keyla irse con su mirada fija en mi.

—Soy Nadine Constance.

—Por favor pase—me dejo entrar a la lujosa casa moderna y Jeff en mal estado estaba tirando en un sofá.

—Ay, por dios—suspire al verlo y rápidamente me acerque.—¿Qué carajos, Jeff?—lo mire impresionada y fije mi mirada en las cortas vendas de sus brazos a la altura de sus muñecas.

—El señor Matta tuvo la buena elección de llamarnos luego de intentar suicidarse—lo dijo como si fuera fácil y sentí un choque eléctrico por todo mi cuerpo.

—¿Que?—jadeé.

—Nosotros ya hicimos nuestro trabajo, necesitaría que mañana a las diez se presente en el centro de salud mental para comenzar con un tipo de rehabilitación para casos de suicidio. lo ayudaremos a mantenerse saludable, Jeff—volteo ahora a verlo amablemente y trague en seco viendo como se iba y me dejaba sola con él.

—¿Que...? ¿Porque?—me senté frente a él. Jeff parecia... como si un tren lo hubiera pasado por encima. Sus ojos eran cerrados por sus parpados vagos y su posición era desinteresada y desastrosa.

—Dijiste que te llamara por si te necesitaba. Ahora te necesito, Nadine—me miro con esos ojos tristes y me acomode a su lado en el gran sofá gris.

—¿Qué sucedió?—me acomode allí lista para escucharlo. 

—No puedo soportarlo. Elizabeth lo era todo... ella me escuchaba, me ayudaba, me alentaba, me apoyaba, se reía... ella—aunque parecia estar a punto de quebrarse, no lo hacia. Sus ojos solo miraban hacia la puerta cerrada y las ventanas a su lado que mostraban como estaba oscureciendo.—No puedo con esto. No puedo dejar de pensar en que ya no podre verla y la investigación en cada vez mas tediosa. Te hacen preguntas que ni siquiera sabes que podían preguntarte y te dejan intrigado. ¡Mierda!—gimió al parecer por el dolor en sus muñecas.

—Te cortaste ¿Cierto?—busque su mirada pero no me miro de vuelta.

—¿A ti que te parece?

—Pues si ibas a suicidarte y tienes todos estos lujos, al menos hubiera llamado a un centro de salud mental en las colinas con vista a la ciudad—bromeé y sonrió. Me sentía tan igual a Jeff a veces. Sientes que no hay otra cosa que el estúpido y deprimente presente y ya no quieres vivir con eso. Te levantes y notas que la persona que quieres no esta, comes y notas que no esta, juegas y notas que no esta, hablas y también lo notas, te acuesta solo para despejar la mente un segundo y aun así lo notas. Solía ser tan cansador.

NADINE 1 (Divertida pero peligrosa) CHICAGO PDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora