Te juro que todavía no entiendo cómo es que ha pasado todo esto. Te amo, mi amor. Te amo a ti y a nuestros dos hermosos hijos. Pero están pasando cosas que no puedo parar de pensar. No estoy durmiendo siendo atormentado por estas ideas. Pero debo decírtelo porque te amo y amo a nuestros mellizos. Y porque espero que salgamos de todo esto. Pero debes saber lo que pasó.
Me siento raro, amor, porque lo que te estoy por contar no es algo normal. No preparan a una persona para dar este tipo de noticias y es por eso que pienso que estamos en un problema muy grande.
Debes saber que Micaela y Javier no son niños normales.
Yo sé que tú los amas, pero a mí me aterran. Anoche hicieron algo que no les puedo perdonar. En cierto momento salí a cazar, y cuando traje mi presa, un conejo, lo dejé en el mostrador de la cocina. Sé que tu odias esas cosas. Lo sé. Y yo estaba apurado porque cuando hice que la bestia muerta entrara a la casa manchó la alfombra y quise buscar cómo solucionar la situación, como quitar su sangre de allí. Y cuando me volteé, debe haber sido en ese momento, que al girar mi pistola tiré sin notarlo al animal al suelo.
Nuestros hijos, mientras yo estaba distraído, lo recogieron y se lo mandaron a la boca. Cuando yo los observé tenían las pupilas hinchadas y no paraban de empujar con sus dos manitos las extremidades del animal hacia el interior de sus gargantas.
Y cuando intenté detenerlos, porque ese comportamiento era de lo más anormal, noté que la fuerza con la que tiraban del conejo era demasiada para tratarse de niños de ocho meses de vida.
Te escribo esto porque tú sabes que no soy bueno con las palabras, y porque últimamente andas enojada y no quieres hablarme. Pero necesitamos buscar a un especialista.
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MACABRO ©
Mystery / ThrillerElla no sabía lo que le esperaba. Tan solo salía de su trabajo, una vez más, después de realizar papeleos extra, cuando un sujeto en una calle solitaria logra interceptarla. Ocho meses de agonía. Ochos meses de esperanza y sangre. Ocho meses de dese...