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En el momento en que terminé de leer esas horribles cartas, encontré a Javi, dispuesto sobre mi pie, observándome, con sus pequeños ojitos color cielo, surcando entre sus labios una sonrisa y mostrando sus apenas tres dientes. Les presté especial atención a ambos, pues no se veían como dientes normales. Y pensé que quizás las cartas me estaban afectando, porque los dientes del niño se veían demasiado grandes, quizás sutilmente grotescos en comparación con su cara, como si en lugar de ser los dientes de un niño fueran los de un cachorro; puntiagudos como triángulos.

En cierto momento, aún aturdida por todo lo que se revelaba en simples trozos de papel mal escritos, encontré entre papel y papel uno que particularmente llamó mi atención.

SARA M. DERIAN: PROFESIONAL EN SALUD MENTAL. ESPECIALISTA EN EDUCACIÓN ESPECIAL.

27 AÑOS DE EDAD.

GRADUADA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA.

AREA LABORAL: CENTRO DE REHABILITACIÓN Y REINTEGRACIÓN SOCIAL DE LIMOLLA.

Y parpadeé como tonta, atónita, aturdida y totalmente afectada, con el corazón hecho un tambor sobre mi pecho y la garganta cerrada, porque acababa de descubrir que hacía tiempo ese hombre me había echado el ojo. Lo había fijado en mí. Y todo ese tiempo en el que buen uso hice de mi libertad, él habría estado observándome, en secreto, sin que me diera cuenta en lo más mínimo.

MACABRO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora