Lo prometo

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Todos lo veían como un héroe, el gran Capitán Man, fuerte e indestructible, capaz de cualquier cosa, siempre salvando a las personas junto a su compañero, cualquiera diría que su vida era buena, incluso perfecta... 

Pero ahí estaba, malditamente solo con una botella casi vacía en su mano derecha y una fotografía algo vieja en la otra, llorando hasta al punto de no poder hacerlo más porque ya no tenía la fuerza suficiente.

Si no fuera indestructible probablemente le ardería la garganta de tanto gritar por el dolor que sentía, ese día en especial, había llorado hasta no poder, su mente lo estaba destruyendo de un modo que un villano jamás podría, y es que la culpa y la ausencia de su familia era más dolorosa que cualquier herida de bala.

Cada día de su vida se reprochaba por lo que sucedió ese día, era su culpa, totalmente su culpa. Era un maldito héroe y no pudo salvar a su familia. La imagen en su mente era espantosa, su esposa muerta acunando a su único hijo en sus brazos, cubiertos de sangre, los ojos de su esposa sin vida, y su niño... ni siquiera quería pensar en lo que le habían hecho a su hijo para que terminara viéndose así.

Él no quería recordar ese momento, pero su mente lo obligaba a regresar a esa casa una y otra vez, recordándole que el gran héroe de Swellview no fue lo suficientemente bueno para salvar a su familia. 

Él lo sabía, sabía que pudo haber evitado sus muertes, si no hubiese ignorado la advertencia de ese desquiciado que juraba saber su identidad, ese idiota juró destruirlo, él se rio en la cara del loco, diciéndole que era indestructible y que no había modo de destruirlo...

Que equivocado estaba.

Vaya que lo destruyó, de un modo terrible, destruyó algo más que a Capitán Man, destruyó lo que él era, su alma, le quito todo. Lo hizo desear no ser indestructible, lo hizo desear poder sentir dolor físico para poder evitar que su mente lo llevara a la locura, pero no podía, no podía escapar como cualquiera... era indestructible.


Se negaba a buscar ayuda, a dejar de sufrir y olvidar, se lo merecía, merecía sufrir cada segundo de su vida, recordar que era tan inútil que él causó la muerte de las dos personas más importantes de su vida. 

Se mantuvo salvando a la ciudad porque estaba dispuesto a evitar que alguien más pasara por lo que él estaba pasando, se negaba a dejar a las personas desprotegidas, vulnerables ante cualquier criminal tan despiadado como el que le destruyó la vida, y sí, una parte de él también deseaba encontrar a ese loco, quería destruirlo con sus propias manos y hacerlo sufrir hasta el último día de su asquerosa vida. 

Pero nunca lo encontró.

Se resignó a una vida triste y solitaria, salvando a la ciudad hasta que ya no pudiera hacerlo más, pero luego se dio cuenta que en algún momento la ciudad quedaría desprotegida, así es como se le ocurrió contratar a su nuevo compañero.

En el momento en el que Henry Hart entró a la capicueva algo en él supo que ese sería su compañero, y así fue, poco a poco ese rubio hiperactivo se volvió su nueva familia, trayendo con él a sus raros amigos, Ray quería a esos chicos como si fueran suyos, pero el dolor de su pérdida jamás se fue, o disminuyó.

Había días en los que se sentía realmente solo y llamaba a Henry por una razón estúpida porque sabía que al final todos terminarían, jugando, riendo y haciendo estupideces sin sentido.

Intentaba ocultar su dolor y desgracia, pero su compañero era curioso e intuitivo, lo que significa que a veces no podía ocultar su tristeza totalmente, y cuando Henry hacía demasiadas preguntas él simplemente lo ignoraba o cambiaba de tema.

Henry Danger One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora