Los mitos del Clan Senju (La búsqueda de los dioses)

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Siento mucho siempre disculparme por el retraso.
Me las estoy viendo negras con mi semestre y la carga de trabajo del mismo. Así que actualizare cada vez que pueda. Espero que ya le encuentre el ritmo.

Por favor avísenme si no se entiende, estoy tratando de imitar la manera de contar mitos de algunas culturas prehispánicas que he podido leer. Y no les llegó ni a los talones.
Ya saben dudas, comentarios, correcciones de ortografía y estrellitas son bienvenidas siempre que nos tratemos con respeto.
Esta es la parte uno. La siguete ya tratará del nacimiento de Hashirama.
Realmente espero que les guste.

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La verdadera historia la han cercenado, mutilado y vuelto a armar de tal forma que nadie en el valle que sea humano la recuerda tal y cómo fue.

Es culpa de los Senju que trataron de ocultar su origen. Pero la llaga de su vergüenza es tan profunda que han condicionado su actitud a la misma y por ello no pueden soltar lo que tanto tratan de esconder.

El gran clan en el principio nunca lo fue. No tenían nada y saben que lo que tienen​ tampoco les pertenece. Por eso buscan más y más.

Los que sí saben; los que no les da pena recordar porque su memoria es tan inmortal como ellos mismos conocen cómo empezó.
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Una tribu, apenas compuesta por unas cuantas familias llegó al bosque después de un duro invierno. Iban siempre en línea recta parando dónde sus pies ya cansados no se movían más.
Ese había sido su destino. Hasta que los sorprendieron, los atraparon y esclavizaron.

Las familias fueron separadas. Sus mujeres obligadas a mezclar su sangre creando lazos que acabarían aferrando tristemente a esa tribu a esa tierra nueva enriquecida con su misma sangre. La cuál derramaron infructuosamente tratando de volver a recuperar su libertad.

Los esclavos no sabían que los diferenciaba de sus amos. Sabían que estos estaban protegidos por una fuerza invisible, era cómo si ellos estuvieran en otra realidad.

Con el tiempo de alguna forma aprendieron el gran don del lenguaje y en las sombras, cuándo sus amos los descuidaban las ciencias también. Pero eran poco menos que pericos, no entendían el propósito de nada. Ni ellos mismos tenían uno.

Una doncella, la más bella de ellos fue la que lo descubrió. Fue escogida por un sacerdote para trabajar en el templo. Pasó un año trabajando ahí, hasta qué, de la nada pudo presenciar lo impensable. Algo que nunca había podido comprender su cerebro y solo su alma percibió.

Un milagro.

El presenciar aquella manifestación sagrada la saco de su realidad y con las letras que le habían enseñado sus mayores, además de su intelecto descubrió que pasó.

Ella descubrió a los dioses.

Así, los Senju descubrieron que estaban huérfanos en el mundo. Y que nada tenían porque todo era de alguien más. Y tal vez, está esclavitud era su castigo por nunca adorarlos.

Y lo trataron de enmendar con cada deidad de sus amos. Qué eran muchas, por lo menos una en cada clan. Pero sus oídos eran sordos ante su llanto.

Ciertamente no era su culpa.
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La gran emperatriz y madre de todos, "La gran señora Kaguya", era tan arrogante como poderosa. Y en vez de oír las súplicas desesperadas llenas de anhelo y afecto, solo escuchó el débil murmullo de unas cucarachas.
Mejor dicho, no les entendió nada y se asomó a verlos, pero la visión de su desgracia le causo repulsión.

Asqueada de ellos les prohibió a las otras deidades hacerles caso, pero tambien les negó el poder hacerles daño. Porque según ella cualquier atención a ellos era un pérdida y una bajeza.

No era su culpa, hacía años que la gran emperatriz tenía nublada la vista y solo podía ver la apariencia de los demás. No pudo ver una población desamparada pero rica en muchos valores, solo vió un montón de esclavos que nada le podrían ofrecer en los altares.

Los Senju ignorantes de este designio, se desesperaron al ver que nadie los acogía. Así que juntaron a un grupo de jóvenes que se fugaron del bosque para que buscarán dioses en el extranjero y se los trajeran.
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En su larga travesía, solo uno regresó.
En el camino unos se enteraron del decreto y renegaron de sus nombres para integrarse a otras familias y unos más murieron en el camino.

Senju Butsuma regresó triunfante a la pequeña choza dónde se reunía furtivamente el clan, un precioso día de primavera. Venía acompañado de una preciosa dama que su sola figura recordaba a la luna y una vestimenta tan lujosa que ni el más ambicioso o rico de sus amos podría portar algo semejante.

Y nadie en el bosque pensó que esa figura hermosa y sumamente tímida sería la causa de tanto derramamiento de sangre.
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La verdad el encuentro no es tan grandioso como lo relató Butsuma y aprobó la misteriosa dama.

Los dos mintieron y casi por la misma razón: orgullo.
Se debe admitir que fue casi un accidente.

La dama conocida como La señora del rayo de la luna se llama así...Porque realmente nunca fue nombrada. Este título se da a cada una de las damas que acompañan a la emperatriz Kaguya, era una metáfora en la que ellas debían acompañarla siempre porque sin sus rayos, la luna no brilla.
Kaguya era la encargada de darles un nombre para realzar su poder en la corte, al ser las deidades más cercanas a la diosa superior.

Pero cuándo ella se integró a la corte celestial la emperatriz ya se había desvirtuado. Y no tuvo interés en nombrarla, algo que plantó un odio de la sierva a su ama.

Sin tener nombre su poder no era reconocido entre las deidades. Solo el príncipe Hahoromo la tenía en cuenta, eran los mejores amigos al compartir las mismas opiniones respecto a la gran diosa. Dicha amistad era lo único que los consolaba.

Con los siglos la salud mental de la reina va decayendo y tratar con ella se hace cada vez más imposible. Así que cuándo acababa la jornada de la doncella, ella bajaba a la tierra a bañarse en un lago como si con ello pudiera borrar su día.

Aquí fue dónde la encontró Butsuma. Quién ya se había rendido y estaba arto de vagar sin lograr nada. De hecho, estaba pateando una piedra cuándo está cayó en el lago, lo que provocó que viera a la deidad desnuda.

Butsuma apenas reconoció que se trataba de una diosa, se echó a llorar largo y tendido imaginando todos los horrores que le esperaban por su sacrilegio. Para su suerte La señora del rayo de la luna era bondadosa y nunca había tenido contacto con un humano. Así que más que ofendida estaba curiosa de esa simpática criaturilla.

Butsuma rápidamente captó la gentilidad de la deidad y recordando su misión empezó un largo discurso para persuadirla para que se vuelva la protectora de su clan. Lamentablemente lo que ella oía era una débil interferencia.

Pronto supo que era lo que fallaba, él pequeño ser no sabía orar, por lo tanto no se podía comunicar con ellos. Aunque hablaba era lo mismo que un ladrido para oídos humanos.

Tardo un día en enseñarle y el otro en comprender que no se trataba de un acto mecánico. Así por fin pudieron conversar.
Él le comentó la desventura de su clan y lo deseosos que estaban de alabar a una deidad y rendirle culto. Ella estaba fascinada, ese respeto y adoración siempre se le estuvo vedada.

Tal vez sería invisible para los demás dioses, pero para esos humanos no. Y el que Kaguya lo hubiera prohibido, lo hacía aún más perfecto.

Así es cómo los Senju obtuvieron el cobijo de su poderosa patrona. Por la labia de un muchacho a los oídos de una dama menospreciada.
No cómo se cuenta: que fue la enternecedora súplica de un valeroso hombre a oídos de una sabía y afable diosa.

El celo del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora